La noche había caído sobre la ciudad como un sudario cuando Aleksandr regresó al penthouse. Valeria lo escuchó entrar, el sonido de sus pasos resonando con una urgencia que no había estado presente en días. Desde su habitación, donde había permanecido desde la partida de Nikolai, pudo escuchar voces masculinas en el piso inferior, el tono grave y tenso que siempre acompañaba a las malas noticias.
Se acercó a la puerta, abriéndola apenas lo suficiente para escuchar fragmentos de la conversación que llegaba desde el estudio de Aleksandr.
—...moviendo recursos hacia el norte. Tres de nuestros clubes han sido atacados en las últimas seis horas —la voz de Luka sonaba tensa, algo inusual en el habitualmente imperturbable guardia.
—¿Bajas? —preguntó Aleksandr, su tono frío como el hielo.
—Dos hombres heridos, ninguna muerte. Pero no fue por falta de intención —respondió otra voz que Valeria reconoció como Roman—. Iván está enviando un mensaje. Esto es solo el comienzo.
Hubo un silencio pesad