La noche había caído como un manto de plomo sobre el penthouse. Valeria permanecía sentada en el borde de la cama, mirando fijamente la puerta cerrada que ahora se sentía más como la entrada de una celda que de una habitación. Habían pasado dos horas desde el intento de secuestro en la terraza, dos horas en las que había estado sola con sus pensamientos y el eco de las palabras de Aleksandr resonando en su mente como campanas fúnebres.
"Preferiría destruir esta ciudad entera antes que perderte."
Las palabras deberían haberla hecho sentir amada, protegida. En cambio, solo sentía el peso de las cadenas invisibles que se apretaban más con cada respiración.
El sonido de la puerta abriéndose la sobresaltó. Aleksandr entró, su presencia llenando el espacio inmediatamente. Se había cambiado de ropa, pero había algo salvaje en él ahora, algo apenas contenido bajo su control habitual. Sus ojos la encontraron de inmediato, escaneándola como si necesitara verificar físicamente que seguía allí.
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