El amanecer se filtraba por las cortinas cuando Valeria despertó sobresaltada. El brazo de Aleksandr la rodeaba con firmeza, como si incluso en sueños temiera perderla. Observó su rostro relajado, tan distinto a la máscara impenetrable que mostraba al mundo. La cicatriz en su mejilla parecía menos severa bajo la luz tenue de la mañana.
Intentó levantarse sin despertarlo, pero los reflejos de Aleksandr eran infalibles. Sus ojos se abrieron de inmediato, alertas.
—¿Qué sucede? —preguntó, incorporándose.
—Nada, solo... —Valeria se detuvo. Una sensación extraña la invadía desde anoche—. Tengo un mal presentimiento.
Aleksandr la miró con intensidad. Había aprendido a no desestimar las intuiciones de Valeria.
—Explícame.
—Es sobre Mikhail —confesó ella—. Ayer, cuando hablaba por teléfono en tu despacho, me pareció que ocultaba algo. Su voz sonaba... diferente.
Aleksandr frunció el ceño. Mikhail había sido su contador de confianza durante años, un hombre de absoluta lealtad. Sin embargo, en e