La confrontación en el jardín terminó con Aleksandr exigiendo explicaciones que ninguno estaba dispuesto a dar. Nikolai se había ido sin decir palabra. Valeria había regresado a la casa sin mirar atrás.
Y Aleksandr se había quedado parado, procesando lo que casi había presenciado.
Esa noche, nadie habló durante la cena. Elena observaba con sonrisa satisfecha. Marina servía con expresión tensa. Y Dmitri, ajeno a todo, golpeaba su plato con la cuchara felizmente.
Era pasada la medianoche cuando Valeria finalmente salió de su habitación. No podía dormir. Las náuseas del embarazo se habían mezclado con la ansiedad, creando un torbellino que la mantenía despierta.
Necesitaba agua. Tal vez aire fresco. Cualquier cosa que la distrajera del caos en su cabeza.
Pero cuando bajó las escaleras, encontró una luz encendida en el estudio. Y una voz familiar hablando en ruso por teléfono.
Nikolai.
Debía irse. Alejarse. Después de lo que había pasado en el jardín, estar a solas con él era una mala idea