Esa tarde, Valeria necesitaba salir. Solo por momento. Solo para sentir aire fresco, recordar que el mundo existía más allá de amenazas y paranoia.
—Voy al mercado —anunció a Marina—. Solo treinta minutos.
—¿Segura que es buena idea, señora? Después de lo que...
—Necesito normalidad, Marina. Solo por momento.
Tomó sus llaves, verificando que su arma estuviera en su bolso. Aleksandr estaba en llamada con contactos en Rusia. No lo molestaría.
El mercado estaba a diez minutos. Lugar que conocía, donde había comprado docenas de veces. Seguro.
O eso pensaba.
Estaba eligiendo tomates cuando sintió mirada sobre ella. Se volvió, escaneando la multitud. Nada fuera de lugar. Pero la sensación persistía.
Terminó sus compras rápidamente, dirigiéndose al estacionamiento. Su auto estaba donde lo había dejado, solo tres espacios de la entrada.
Metió las bolsas en el maletero, lista para irse. Pero cuando cerró el maletero, había hombre parado frente a ella.
Cabello rubio. Ojos fríos. Sonrisa que hel