87. No lo merecías

Mikael apenas pudo sostenerla cuando ella dio un traspié.

Las concubinas se apartaron, como si el simple contacto con ella fuese repulsivo.

Nina fingió enjugarse una lágrima con teatralidad patética.

—Tráiganla —dijo Nina cambiando de expresión en un parpadeo. Ahora su rostro mostraba satisfacción pura, libre de máscaras—. Tiene mucho trabajo que hacer.

Mikael tensó la mandíbula, no le gustaba, pero no podía desobedecer al Alfa.

Lana movió la cabeza apenas.

—Yo... puedo sola —susurró con la voz rota.

Mikael no respondió, solo la soltó con cuidado, como si estuviera manejando algo frágil.

Las concubinas la tomaron del antebrazo como si fuera un objeto.

—Muévete, asesina —escupió una de ellas.

Lana apretó los labios, obligándose a respirar.

Apenas cruzaron la puerta del pasillo de las concubinas, el murmullo hiriente comenzó como una marea venenosa.

—Mírala... la favorita del Alfa.

—La muy zorra se creía intocable.

—Ahora sí va a aprender lo que es servir.

—Y a mí me va a dejar los piso
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