53. Ella no va a nublar mi juicio

Los dedos de Lana bajaron nuevamente lenta, cuidadosamente.

Lo peor era lo que sentía en su propio cuerpo.

El temblor en las piernas.

La humedad en su centro.

El deseo prohibido que intentaba enterrar bajo la obediencia.

Cada músculo que tocaba le hablaba de él.

Del poder que cargaba.

De las veces que había soñado con ese cuerpo sobre el suyo. De lo que había sentido aquella maldita noche en que él la reclamó por primera vez.

Su garganta se apretó ante el recordatorio repentino.

—Estás temblando —murmuró Eryx con voz rasposa.

—Estás imaginándote cosas —replicó ella por lo bajo.

Él se incorporó apenas, no demasiado, solo lo suficiente para que su pecho firme rozara el suyo.

Lana contuvo el aliento cuando el de él golpeó su mejilla.

Sus manos atraparon las de ella, firme, sin violencia, pero con autoridad.

Se las llevó hacia su cuello, sus hombros, guiándola.

Haciendo que sus palmas envolvieran sus piel, su abdomen, su pecho.

Piel con piel.

El mundo se detuvo.

Lana sintió que el aire hu
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