129. ¿Por qué huí de él?
Lana no tenía la libertad de deambular sola por la manada. Cada vez que salía, Eryx aparecía a su lado sin que ella lo llamara, como si oliera sus intenciones antes de que se formaran del todo. Al principio aquello la irritaba, le recordaba que seguía siendo una cautiva de lujo del Alfa, por más que él asegurara que era su Luna. Pero los días pasaron y, casi sin darse cuenta, empezó a esperar su presencia.
Lo más extraño era que no se sentía atrapada.
Se sentía observada.
Cuidada.
Leída.
Como si él supiera que en algún rincón de su mente, Lana seguía planeando correr.
Eryx era paciente con sus cachorros, siempre buscaba cargarlos y estaba cerca de ellos cuando llegaba de los entrenamientos.
Con ella era atento, a veces Lana lo sorprendía mirándola y no podía apartar la vista tan fácilmente de él, por más que quisiera hacerlo. Aquel hombre enorme, temido por todos, se volvía tierno y protector solo con ellos.
Las dudas seguían allí, su madre le había advertido una y otra vez y, sin emb