La noche se cernía sobre la mansión Veyra como un manto de terciopelo negro. El silencio era engañoso, una calma que presagiaba la tormenta. Adriana lo sentía en cada fibra de su ser, esa tensión eléctrica que precedía al caos. Desde la ventana de su habitación, observaba los jardines iluminados por la luna, aparentemente tranquilos.
—Vienen por nosotros —susurró, sin necesidad de voltearse para saber que Lucien había entrado en la habitación.
El vampiro milenario se acercó con pasos silenciosos, colocándose junto a ella. Su perfil afilado se recortaba contra la penumbra, sus ojos brillando con un destello sobrenatural.
—El clan Moroi ha reunido a sus aliados. Nuestros informantes hablan de un ataque masivo, coordinado. Quieren terminar con la tregua y con nosotros en una sola noche —confirmó Lucien, su voz carente de emoci&oacu