—Lina, ¿se puede? —pregunta Sofi, asomando medio cuerpo en mi oficina.
—Sí. ¿Pasa algo?
—Hay unos oficiales que quieren hablar contigo.
—¿Conmigo? —Ella asiente—. ¿Te dijeron sobre qué?
—No, dijeron que debían decírtelo en persona.
—Bien, que pasen —digo, levantando mis hombros. Sofi asiente en silencio y venta.
—Señorita Rinaldi —saluda uno de los oficiales, el cual reconozco del sepelio de Lucas—, soy el agente López, no sé si me recuerda de...
—Sí, lo recuerdo —intervengo—. ¿Sucede algo? —pregunto sonriendo, sin ocultar mi curiosidad.
—Quería hablarle...
—Por Dios, basta con el protocolo y el formalismo, que tenemos la misma edad... o casi.
—Bien, Lina; Quería hablarte de Gabriel.
—¿Le pasó algo? —inquiero, levantándome con rapidez de mi silla. Ya no soportaría otra pérdida más.
—No, no; él está bien... bueno, en realidad, eso creo.
—¿Qué se supone que quiere decir?, ¿podrías ser más específico y dejar de dar vueltas, por favor? Ya he tenido demasiado estos últimos meses —manif