—Lina, ¿se puede? —pregunta Sofi, asomando medio cuerpo en mi oficina.
—Sí. ¿Pasa algo?
—Hay unos oficiales que quieren hablar contigo.
—¿Conmigo? —Ella asiente—. ¿Te dijeron sobre qué?
—No, dijeron que debían decírtelo en persona.
—Bien, que pasen —digo, levantando mis hombros. Sofi asiente en silencio y venta.
—Señorita Rinaldi —saluda uno de los oficiales, el cual reconozco del sepelio de Lucas—, soy el agente López, no sé si me recuerda de...
—Sí, lo recuerdo —intervengo—. ¿Sucede algo? —pregunto sonriendo, sin ocultar mi curiosidad.
—Quería hablarle...
—Por Dios, basta con el protocolo y el formalismo, que tenemos la misma edad... o casi.
—Bien, Lina; Quería hablarte de Gabriel.
—¿Le pasó algo? —inquiero, levantándome con rapidez de mi silla. Ya no soportaría otra pérdida más.
—No, no; él está bien... bueno, en realidad, eso creo.
—¿Qué se supone que quiere decir?, ¿podrías ser más específico y dejar de dar vueltas, por favor? Ya he tenido demasiado estos últimos meses —manifiesto, ya molesta por su mala forma de comunicación.
—Lo que quiere decir el agente López, es que Medina hace casi dos semanas que no se presenta en la estación de policía —interviene el otro agente, y yo empiezo a sentarme con lentitud—; Sabemos que está bien básicamente, pero no creo que esté bien emocionalmente —suspira y continúa—. Por eso hemos venido a usted; entendemos que son familia, y creemos que usted nos puede ayudar con él, y traerlo de vuelta antes...
—Antes de que pierda su trabajo.
—Sí —murmura, agachando la mirada.
—Bien; Esta noche voy a ir a su casa. Pensé que no venía por su trabajo, y no quise agobiarlo... Qué idiota —Me reprendo a mí misma por mi falta de tacto.
—No es su culpa... Le dejo mi tarjeta; en cuanto hable con él hágamelo saber, por favor —pide, extendiendo una tarjeta blanca con letras azules.
—Por supuesto.
Ellos se despiden, dejándome sola con mi maraña de cavilaciones. Tendría que haberlo llamado; yo y mi estúpido pensamiento de no atosigar, de dar espacios... me fui al carajo dando espacio, lo mandé a otra galaxia. Idiota. Busco mi celular, tengo que llamar a Alex y hablar con él.
—Lo siento, el servicio de sexo en línea está restringido por mantenimiento —Fue su forma de atender el teléfono.
—Tendría que contratar un reemplazo.
—Yo sé bien que no te hace falta, con este hasta te sobra.
—Por Dios... Baja Modesto, que sube San Alex —Escucho su carcajada, y con solo eso ya me tiene la piel erizada.
—Bueno, si no me llamas para que cumpla como objeto sexual telefónico, ¿cuál es el motivo para deleitarme con tu hermosa y sensual voz?
—Wow... Qué adulador estás hoy. ¿Estás haciendo puntos para un dos de tres más revancha?
—No lo necesito; esta noche hacemos un cuarto de finales.
—Lamento desilusionarte, pero tendrás que llegar solo al podio —manifiesto, finciendo pesar.
—No te hagas la difícil ahora, que con dos palabras goteas —Este hombre no puede más con su egocentrismo.
—Alex, un poco más de arrogancia y casi llegas a monarca.
—Pero te gusta, hasta te excita —afirma con voz ronca; esto se está yendo a la m****a.
—Bueno —balbuceo—. Es mejor que vayamos al motivo de mi llamada...
—Ya estás como me gustas; apuesto 10 a 1 a que tienes las pupilas dilatadas, estás sonrojada, así como...
—Alex, ya —Él se ríe; sabe lo que me hace, el muy maldito.
—Ok, diez centavos por qué llamabas.
—Esta noche con Sole vamos a ir a ver a Gaby. Hoy vinieron dos de sus compañeros, y me dijeron que no se presenta en el trabajo desde el funeral.
—¿No ha hablado con él en estos días?
—La verdad es que no; lo dejé, pensé que necesitaba espacio... pero ya se pasó al Empíreo.
—Bien, no te preocupes; avísame cuando llegues, y si está bien. Si necesitas cualquier cosa también —esboza con comprensión.
—Va a estar todo bien... Gracias.
—Estoy para servirte —entona con picardía.
—Y como me sirves.
—Es una de mis graaandes virtudes —expresa con provocación.
—Mejor te dejo con tu graaan ego. Un beso.
—Un beso, en donde quieras... creo que sé dónde, precisamente —No me da respiro, Jesús.
—Recibido —Finalizo la llamada antes de que me descontrole en esta oficina.
Es mejor que busque a Sole y le avise que hoy hay reunión de levanta-miento de moral. Al salir de la oficina puedo divisar a Tony y me acercar a él.
—Y ¿Suela? —le pregunto, quien está tomando un café en el mostrador, muy concentrado—. Tony —lo vuelvo a llamar, sacándolo de su concentración.
-¿Tararear?
— ¿Qué pasa? —cuestiono entrecerrando los ojos.
—Estoy teniendo un orgasmo visual —responde, señalando con la barbilla a dos chicos que están sentados en una mesa cerca de las ventanas. No puedo evitar carcajearme, haciendo que varias miradas se posen mí—. Lina, qué manera de hacer que te miren —me reprende.
—Tony, ¿podrías dejar por un minuto tu libido y decirme dónde está Sole?
—En la cocina, está practicando una receta nueva, para un examen que tiene en unos días —contesta sin dejar de mirar al chico. Un chico de pelo castaño, tez bronceada, bien parecido, pero...
—Ese bronceado es artificial —le digo, tirando a bajo su calentura hormonal.
—Perdón... Ella tiene que ser la única con un hombre de piel dorada —suelta con sarcasmo.
Abro la boca para retrucar, pero soy interrumpida por la llegada Sofi, que se posiciona a mi lado.
— ¿Qué miran? —curiosoa, llevando la mirada en la dirección que le indicamos con la cabeza. Ella entiende a la perfección—. No es gay —dice, terminando de enterrar lo que empecé.
—Son dos zorras, los quieren a todos para ustedes —acusa el boricua.
—Tranquilo, ya llegará tu Robin Williams, para protagonizar a tu lado "La jaula de las locas" —bromeo.
—No quiero un Robin Williams, quiero a Jason Statham, y que me coja en su auto negro con el cinturón puesto —articula mofando.
—Eso no va a pasar —asegura Sofi.
—No existen hombres así, Tony —le hago saber.
Aunque no me lo crea por mi Adonis privado, pero creo que yo fui tocada por una hada madrina. No todos cuentan con una.
—Es verdad, el hombre perfecto no existe —concuerda Sofi.
—Tony, ya tienes toda la camisa babeada —le digo, ya que su expresión había empeorado, dejándolo con la boca más abierta y en un mutismo total.
—Gracias; Dios, escuchó mis plegarias —esboza con sus ojos fijos al frente.
Con Sofi seguimos su mirada y no lo puedo creer. ¿Qué está haciendo aquí?
—Creo que voy a tener un multiorgasmo —musita Sofi.
Él se acerca con su andar seguro, y destilando sensualidad con su hermosa y dulce sonrisa. No puedo evitar sonreír al pensar cómo lo va a llevar Tony, cuando se entere que este tampoco es gay.
—Buenas tardes —saluda, todavía con su enorme sonrisa.
—Ian. ¿Qué haces aquí? —pregunto, sonriendo, y noto que mis dos compañeros vieron a los ojos a Medusa.
—Vengo a quedarme por un tiempo —manifiesta, clavando la vista en Sofi. Ya sé cómo va a terminar eso.
—Ian —advierto.
—Qué?... Necesito hablar contigo —Vuelve a poner su atención en mí, pero en realidad está viendo de soslayo a una petrificada Sofi.
—Bien, vamos a mi oficina —Le hago un ademán para que bordee el mostrador—. No es gay —le susurro a Tony en el oído, antes de darme la vuelta e irme detrás del rubio.