Abro despacio mis ojos cuando escucho un segundo disparo, sintiendo que debería estar muerta; no logro entender lo que está pasando. Cuando entorno mis ojos hacia el frente veo a Daniel, que ya no me está apuntando a mí; inconscientemente me toco, y no encuentro ni siquiera un rasguño. En medio de mi aturdimiento escucho que alguien grita, sacude mi cabeza para poder enfocarme; guio mi mirada hacia el grito y mi corazón se detiene por unos segundos, mi respiración se atora en mis pulmones conforme los latidos de mi corazón se paralizan.
Lucas está tendido en el piso, a su lado se encuentra Alex, diciéndole algo que no puedo escuchar ni descifrar; Gaby a su otro costado apuntando a Dany, e Ian un paso adelante, también lo apunta.
Escucho otro disparo, y es ahí cuando vuelve a funcionar mi cuerpo; corro hacia donde están ellos, hacia donde está Lucas en el piso, y caigo de rodillas a su costado.
—¡¡Lucas!! —le grito, sacudiéndolo—. Lucas, por favor —Lloro sobre él sin dejar de zamarrearlo. De su pecho está saliendo mucha sangre, presiono mis manos en su herida, pero es inútil.
—¡¡No te muevas!! —escucho que grita Ian. Giro y veo como Dany sale en carrera a su escapada, y Gaby e Ian salen tras él.
—Lucas, abre los ojos, mírame... Por favor —ruego con un hilo de voz, llorando sobre su pecho.
—Li —habla como un suspiro forzoso. Levanto mi cabeza y tiene sus ojos en mí; miro su dolor en ellos y veo... ¿culpa? ¿Por qué culpa?
—Shuu... No hables —digo, tratando de que no haga esfuerzos—. Solo mírame, mantén tus ojos en mi —Me recargo sobre mis talones y apoyo su cabeza en mis muslos, acariciando su frente con sudor frío, tratando de no llorar más y ser fuerte para él, para que él sea fuerte y se queda conmigo.
—Lo siento —dice con voz rota.
—No, lo siento; yo los traje a este lugar —respondo con un nudo en mi garganta, y luchando contra las lágrimas que amenazan con salir.
—Te quiero —pronuncia con una media sonrisa dulce, y ya no pudo pelear más con las lágrimas.
—Te quiero —apenas sí salieron mis palabras, junto al sollozo. Una mano se posa en mi hombro y Lucas mira más allá de mí.
—Cuídala, es la mujer más importante de mi vida —Extiende su mano con mucho esfuerzo, puedo ver la mueca de dolor que hace en su cara y acaricia mi mejilla; Cierro mis ojos para concentrarme solo en su caricia, y guardarla para siempre en mí.
—Siempre —promete Alex a mi espalda.
—Lucas —dice Gaby, forzando su voz por haber corrido—... No me vas a dejar solo con esta loca, ni se te ocurre —Él lo mira, le sonríe y asiente.
—Hermano —dice con voz demasiado débil, ya no tiene fuerzas para más.
—¡Lucas, hablando en serio; abre los putos ojos! —le grita, arrodillándose en su otro costado.
—Lu—susurro. Ya no contesta.
—Lucas, no me hagas esto, eres mi hermano... Te necesito —súplica en voz baja, dejando caer sus lágrimas y apretando sus puños en la camisa de un Lucas ya muerto—. Voy a matar a ese hijo de puta —promete entre dientes, y noto que aprieta tan fuerte su mandíbula que pareciera que romperá sus dientes.
Vuelvo la mirada a Lucas con sus ojos cerrados, su cuerpo tieso e inerte; mis lágrimas mojando su rostro, lo abrazo con fuerza y beso su frente, como hacía mi madre antes de dejarme en la cama para dormir.
—Te quiero —susurro—; duerme —digo con mis labios sobre su frente.
Empiezo a tararear "Miracles" de Coldplay. Gaby toma una de mis manos, y nos quedamos así hasta que terminé la canción. Esa canción que él me cantaba cuando yo estaba mal, para hacerme sentir mejor.
Recuerdo que la primera vez que la cantó vino a buscarme a mi casa, yo estaba mal por una pelea con mi madre y él llegó con su Ford Scort convertible, diciendo que tenía unos días libres en el trabajo. Prácticamente me secuestro. En el momento que subí al auto puso esa canción a todo volumen y empezó a cantarla, dedicándomela e instándome a que cantara con él; lo hice, y dejamos la vida en esa melodía «el cual lo puso una y otra vez»; la cantamos por todo lo que duro el viaje hasta Entre Ríos. Nunca pregunté a dónde íbamos, me di cuenta cuando llegamos a destino.
Desde arriba oí
Los ángeles me cantan estas palabras
Y a veces en tus ojos
Veo la belleza
Cantaba, mirándome y sonriéndome, con esa sonrisa de promesa de "todo va a estar bien". En el viaje no dijimos nada, solo entonamos esa canción una y otra vez. Desde esa vez, solo me la cantaba, haciéndome saber lo que yo era para él y lo que él era para mí. Lo que él ES para mí.
—Lina —escucho la voz de Alex y siento su mano caliente en mi hombro, sacándome de mis recuerdos—, llegó la ambulancia —dice con cautela.
Asiento en silencio y me levanto, rehusándome a dejarlo ir; No quiero que se aparte de mí. Él me da vuelta con cuidado y me hundo en sus brazos, escondiendo mi cabeza en su pecho; me envuelve con fuerza, transmitiéndome todo su calor y fortaleza. Después de unos largos minutos, me suelto de su abrazo, pero no tengo el valor de ver cómo se llevan el cuerpo sin vida de Lucas, por lo tanto, giro mi cabeza al lado contrario y veo a mi hija en brazos de Gaby, acunándola; él está tan roto como yo en este momento. Me acerco y lo abrazo, con Aye todavía dormida en medio de nosotros. Es un hombre muy fuerte, nunca derramó una lágrima, siempre se mostró como el chico duro, el chico malo, pero Lucas era una de sus debilidades y no puede contener su llanto y su angustia; Puedo sentir a través de mi cuerpo que también está quebrado.
Me separo, intento arrancar a mi hija de sus brazos para que se sienta más liviano, sé que le están fallando las fuerzas; pero se rehúsa, niega con la cabeza y la toma más fuerte, y lo dejo, porque sé que la necesita. Sé que ella hoy va a ser su sostén, su apoyo; la mira con cariño, con amor, y sus lágrimas siguen corriendo por sus mejillas, pero no emite sonido alguno, es un llanto silencioso. Toma una respiracion profunda y habla.
—Yo me ocupo de ella —declara con voz firme, y sé que necesita eso para sentir que a ella sí la pudo salvar, y recordarse el por qué perdimos a Lucas.
Asiento sin decir nada, sé que hoy no hay palabras que sirvan, conmigo no servirían. Empieza a caminar hacia la salida, queriendo dejar el dolor en este horrendo lugar.
En ese momento veo a Ian con su espalda recargada contra una pared, agarrándose el brazo y mirándome fijamente; Veo en sus ojos el reflejo de mi dolor, pero luego recuerdo que él también conoció a Lucas y al padre. Al igual que nosotros, perdimos a los dos. Está con la mandíbula tensa y me doy cuenta de dos cosas más; la primera, que tiene el brazo herido; y la segunda, que no alcanzó a Dany, el muy cobarde escapó. Ian sabía que esta noche venía a buscar a mi hija, por eso su manera de hablarme; Llegaron hasta aquí gracias a él, me salvaron la vida. Me salvó la vida. Mi mirada cae al darme cuenta de lo estúpida que fui, al ser consciente de que yo sola nunca iba a conseguir nada más que me matasen, y conseguí que mataran a Lucas, que Ian esté herido, que Gaby esté quebrado, que el hijo de puta se escape y yo esté hecha m****a, llena de dolor, culpa, angustia y odio. Odio hacia Dany, odio hacia Christopher. Odio hacia mí misma.
—¿Estás bien? —se interesa Ian, tomándome de la mano. No sé en qué momento se acercó a mí, yo sigo con mis ojos clavados al suelo, no puedo mirarlo.
—Lo siento.
—No tienes porqué.
—Sí, fue mi culpa; todo esto... fue mi culpa —Una lágrima cae por mi mejilla, y más de ellas amenazan con seguir el camino de la primera. Él la limpia con su pulgar y toma mi barbilla con su dedo índice y el pulgar, levantando con suavidad mi rostro, y yo desvío la mirada de nuevo.
—Mírame —pide, poniendo mi rostro en la línea del suyo para que lo mire a los ojos. Lo hago—. No fue tu culpa; lo sabes, ¿verdad? —Niego con la cabeza—. Si no hubiéramos llegado, te habría matado, Lina...
—Y Lucas no estaría muerto, tú no estarías herido... —Intento seguir, pero mis palabras mueren en mi garganta.
—No te hagas esto... Por favor.
—¿Cómo sabías dónde estaba? —Me las arreglo para preguntar. Levanta la mano donde está la pulsera que me dio antes de salir; la observadora y luego lo vuelvo a mirar, me regala su media sonrisa, pero es una sonrisa triste—. Gracias —susurro.
—Quería hacerlo —declara, y me llevo las manos a la cara tapando y ahogando el llanto; él me abraza y me frota con una mano mi espalda—. Shuu... Todo va a estar bien.
No recuerdo cómo llegue a estar acostada al lado de mi hija, que todavía está dormida; Todo se me hace confuso y mi cabeza no para de latir. Puedo escuchar que los demás hablan en la sala, no entiendo lo que dicen y no me importa, no quiero saber, no quiero hablar; Quisiera poder dormir y despertar mañana, diciendo que todo esto fue un mal sueño, una pesadilla. Pero soy consciente de que pasó de verdad, que Lucas se fue.
—¿Mami? —habla Aye, somnolienta—. ¿Por qué lloras? —pregunta refregándose los ojos.
—Shuu, mañana hablamos, vuelve a dormir —la acuno y hago que se duerma otra vez.