Capítulo 87-Lina

—¿Estás bien? —Se preocupa Alex al salir del restaurante. Asiento en silencio, sin poder articular palabra; Quería llegar al apartamento y ver lo que había en ese papel que tenía encerrado celosamente en mi mano—. La encontraremos —segura.

Por supuesto que la voy a encontrar y la voy a traer de nuevo a casa, y ahora estoy más seguro que nunca sobre eso. Ahora que sé a dónde ir. Debo decir que Christopher no me dio una mano a mí, sino a su amigo Dany. Pero no me importa, ni me interesa cuál es el propósito por esa ayuda; Lo único que me importa es que detrás de ese papel, el cual todavía no pude ver, está la libertad de mi hija.

Ian no paraba de mirarme de una forma extraña; No sé qué se trae entre manos, pero no me voy a quedar para averiguarlo. En cuanto llegamos al apartamento, anuncio que me voy a la cama, ganando muchas miradas interrogantes.

— ¿Te encuentras bien? —indaga Alex, acercándose a mí.

—Sí, solo estoy cansada —contesto, forzándome a mostrar una sonrisa.

—Bien, te acompaña —me hace saber, besándome la frente.

—Buenas noches, Adelina —se burla Ian en un tono cantarín, como si escondiera algo, como si quisiera decir algo más. ¿Qué le pasó?

Obviamente, lo ignoro y sigo mi camino a la habitación junto con Alex.

—¿Segura que estás bien? Has estado muy callada desde que salimos del restaurante.

—Bésame —le pido en voz baja, prácticamente le ruego que lo haga; Si voy a irme sin saber qué va a pasar, necesito estar con él.

Hace lo que le pido sin dudar. Estrecha sus labios con los míos y con su lengua se abre paso entre ellos, reclamando lo que le pertenece. Toma mi nuca con una mano para profundizar el beso y con la otra agarra mis caderas, cortando el poco espacio que quedaba entre nosotros.

Enredo mis dedos en su pelo trayéndolo más a mí, si eso era posible. Toma mi cabello enroscándolo en un puño y jala hacia atrás, dejando expuesto mi cuello, el cual arremete con su boca, y luego pellizca con sus dientes mi piel sensible. En segundos quita mi camisa, arrojándola al suelo; yo lo imito desprendiéndolo de la suya, acaricio con mis dedos sus musculosos brazos y bajo hasta su abdomen duro; ante mi toque, su cuerpo se estremece y gime. Poniendo sus manos en mi culo, me alza, llevándome contra la pared.

—Nunca me cansaré de ti —murmura contra mi boca, con la voz llena de deseo.

—Más te vale.

Sonríe, tomándome otra vez la boca con urgencia. Baja mis piernas, que tenía enredadas en su cadera, haciéndome apoyar los pies en el suelo con cuidado. Se arrodilla ante mí, me levanta un pie para sacarme la bota, luego hace lo mismo con la otra, todo sin dejar de mirarme. Tiene ese brillo especial en sus ojos, ese destello que promete cosas malas, cosas muy malas y pervertidas. Desabrocha desquiciadamente lento mi pantalón, me los quita y vuelve a subir con lentitud, enloqueciéndome con cada beso y mordida que va haciendo en su camino hacia arriba. Una vez que llega a mi cuello, desliza su boca hacia el lóbulo de mi oído y clava los dientes con delicadeza.

—Voy a hacer que ruegues —promete en un murmullo, a la vez que envuelve mi tanga en un puño para arrancarlo sin piedad, lanzándola al suelo y haciendo que un escalofrío recorra todo mi cuerpo; un calor adyacente se hace presente en cada punto de mi cuerpo donde quería esa boca suya.

—Yo no ruego —me las arreglo para decir; una gran mentira, pero necesitaba un poco de cordura, odio cuando con solo hablarme hace que mi cuerpo se rinda ante él.

—A la cama —ordena. En sus ojos se ve el deseo de arder en llamas. Tomo una respiración profunda y me dispongo a caminar hasta la cama. Lo rodeo sin dejar de mirarlo y me muerdo el labio cuando veo una esquina de sus labios curvarse en una media sonrisa provocadora; baja su mirada a mi boca y su sonrisa se va, haciendo que su mandíbula se apriete por deseo y urgencia al ver mis dientes mordiendo mi labio inferior—. M****a, Lina —gruñe, viniendo hacia mí de manera amenazante—; no hagas eso.

—Ruega —me burlo, mordiéndome el labio de nuevo y después, paso mi lengua con suavidad.

Mis piernas chocan contra la cama que se encuentra detrás de mí; Ya llegué a mi lugar de tortura. Me observa de arriba abajo muy despacio, con su media sonrisa maliciosa implantada en su rostro.

Clava su mirada en mi labio mordido, con dos largas zancadas y sin previo aviso toma mi nuca con una mano, y devora mi boca, poseyéndola, reclamándola y marcándola como suya; aunque ya lo sabía, él tenía que grabar-dárselo y grabarmelo, para que no lo olvide. Y no olvido, puedo asegurarlo.

—Quítate el sostén —Era la única prenda que me quedaba, y por supuesto que le hice caso; pero lo hice, digamos que... ¿en cámara lenta? Pude oír un gruñido que salió de su garganta. Con la fuerza necesaria saca mis manos del sostén y con un ágil movimiento tira de él, haciendo desaparecer de mi vista—. A la cama —ordena de nuevo—; ahora —gruñe, rozando sus labios con los míos. Por instinto hago lo que me pide. Me centro en el medio de la cama bajo su escrutinio.

Él se va acercando a mí, como un animal acechando su presa. Agarra mis piernas tirando de ellas, dejándome debajo de su cuerpo y empieza a enloquecerme con las yemas de sus dedos, pasándolos por todo mi cuerpo muy despacio, para luego rozar con su boca, besando los rastros que trazaban; pongo mis manos en sus pantalones para retirárselos, pero me detiene.

—Todavía no —dice con voz firme y dura.

-Alex...

—Vas a rogar —ruge.

Llega con su boca a mi centro; gimo sin poder controlarme. Primero pasa su lengua una vez, provocando que todo mi cuerpo se agite levemente y luego se arquee de forma involuntaria. Lo repite dos veces más, y la tercera vez no separa la lengua de mi sexo. Comienza a succionar y mordisquear. Me está volviendo loca con su lengua extrovertida. Sigue su trabajo, uniendo a su juego los dedos, haciendo que enloquezca. Cuando mi cuerpo se contrae por un inminente orgasmo, me pellizca un pezón, cortándolo.

—Alex —gruño.

—Suplica —Estoy por replicar, pero me callo al sentir de nuevo su boca en mi centro. Comienza su ritual lingüístico otra vez, yo no paro de gemir y arquear mi cuerpo. Cuando se vuelve a contraer por el orgasmo, llevo mis manos a su cabeza para que no quite su lengua de ahí y siga con su trabajo, necesito ese orgasmo. Alex toma mis manos, sabiendo a la perfección lo que intento hacer, y las aprisiona contra el colchón—. Muy astuta —murmura, soplando su aliento caliente sobre mi humedad, logrando que me estremezca.

—Alex, necesito llegar —jadeo.

—Súplica.

—Alex —chillo al sentir que me pellizca nuevamente el pezón y no me deja ir.

—Hazlo.

—Alex, por favor...

—Dime, ángel.

—Dame mi orgasmo, por favor... Por favor, Alex —suplico, y siento como sonríe contra mi piel.

—Será un placer —esboza, y retoma su labor con su lengua y dedos usando mi sexo como un juego de mesa. Toco el séptimo cielo en un importante orgasmo. Sube hacia a mí, besándome al pasar—. No fue tan difícil —suelta con arrogancia y su maldita sonrisa torcida.

—No juegues.

—Ahora vas a suplicar que esté dentro de ti —murmura y cierra los ojos, porque va a hacer que le vuelva a rogar; Maldito Álex.

Luego de implorarle y rogarle, como prometió que iba a hacer, me dio lo que quería.

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