Capítulo 79-Alex

—Lina? —susurro. Ella está sobre el barman, arrodillada en el piso y sacudiéndolo, exigiéndole que le hable, pero él no contesta, él está... muerto. ¿Lina lo mató?—. Lina —la llamo, mientras me acerco con cuidado.

—No —niega Lucas, tomándome del brazo; me zafo de su agarre despacio y sigo caminando hacia ella.

Está en trance, no me responde, ni siquiera levantó la vista. Sigue sollozando, haciéndoles preguntas a un barman muerto, y maldiciendo. Poso una mano sobre su hombro y ella la saca de un arrebato. Toma su arma, que estaba tendida en el suelo a su lado, se levanta, respira profundo, como si tomara valor y volviera a levantar su muro, entonces se gira y me mira directo a los ojos, clavando sus pupilas grises en las mías. Lo que veo en ella, me da miedo; sus ojos hinchados por el llanto, sus labios y nariz con tonalidad roja por el mismo motivo, pero lo que me da más miedo y hace que mi estómago dé un vuelco inesperado, es su mirada, son sus hermosos ojos grises apagados, y con un destello de rabia y odio. Ella no es mi Lina, no es mi ángel.

—El maldito estaba muerto cuando llegué —habla de repente, con rabia. Yo asiento y, despacio, trato de acercarme más—. Dany lo mató, se encargó de los cabos sueltos —pronuncia de nuevo, destilando odio.

Trato de buscar a mi ángel en esos ojos, pero todavía no la encuentro; entonces estiro mi mano con lentitud y la acerco a su mejilla, la acaricio, y con mi pulgar toco su labio inferior, el cual le tiembla ligeramente. Sigo sin verla. Acerco mi otra mano y corro un mechón de pelo, colocándolo atrás de su oreja, guio mi mano hacia su nuca y con mucho cuidado la traigo hacia mí, poso mis labios en los suyos, dándole un beso casto, pero muy significativo; ella cierra sus ojos y yo apoyo mi frente en la suya.

—Shhs —susurro, haciendo que mis labios rocen los suyos. Me separo unos centímetros para verla a los ojos, quiero ver a mi ángel otra vez; ella abre sus hermosas cuencas grises y sí, ya no están apagadas, ya no está esa rabia y ese odio, ahora tiene de nuevo esa mirada dulce con la que siempre me ve, esa mirada de amor que ella guarda solo para mí. Ahí está de nuevo mi ángel, la que me volvió loco desde el primer día que tropecé contra ella. Esa mirada que me enamoró sin miramientos—. Ahí estás, mi ángel —Mis palabras escapan de mi boca largando el aire que retenía sin ser consciente. El tiro hacia mí y el rodeo con mis brazos; apoya la cabeza en mi pecho y beso su cabello, aliviado de que esté bien, aliviado de que la hayamos encontrado y aliviado de que mi ángel está de nuevo aquí en mis brazos—. Vamos —murmuro en su oído. Asiente y nos dirigimos a la puerta.

—¿Estás bien? —se interesa Lucas, observándola detenidamente.

—Sí —susurra ella sin levantar la mirada.

—Bien; Llévala a casa, ya llamé a la policía, nosotros nos encargaremos de esto —dice, dirigiéndose a mí.

—Ok —asiento y salimos de esa casa, con Erik detrás de nosotros; él tampoco tiene nada que hacer aquí.

— ¿Dónde está el auto, Lina? —le pregunto.

—Ahí —responde, señalando el lugar donde lo dejo estacionado.

La subo al auto con cuidado, le abrocho el cinturón de seguridad y la miro buscando sus ojos, acuno su rostro con mis manos, quiero y necesito ver esos ojos que me traen loco, tengo miedo de que mi ángel vuelva a irse. Clava sus pupilas directo en las mías y sé que no se fue.

— ¿Cómo estás? —Me preocupo.

—Bien.

Le doy un beso, mordisqueo su labio inferior y respiro profundo sintiendo su aroma, sintiéndola a ella. Acaricio su nariz con la mía y luego vuelvo a besarla, pero ahora convierto el beso más profundo; Me voy separando, dejándole pequeños besos castos. No quiero dejarla, pero tengo que llevarla a casa, así que lo hago a regañadientes.

Al llegar, ella fue directa a la ducha, tenía sangre en las manos; sangre del hijo de puta ese. En el trayecto hacia aquí no dijo nada, ni una sola palabra, tenía la vista hacia afuera del auto; yo en un momento tomé su mano y entrelacé mis dedos con los de ella; Me miró, me sonó con esfuerzo, y volvió su mirada a fuera.

Me siento en la sala junto a Erik, me dispongo a darle su espacio y esperar a que baje cuando se sienta con ganas de hacerlo; Además, Sole está con ella. O mejor dicho, la está vigilando para que no vuelva a irse.

—Nunca la vi así, no ella parecía —pienso en voz alta.

—Tienes que entenderla, está desesperada por no estar con su hija —me consuela Erik o al menos eso trata de hacer.

-Perder; Tuve tanto miedo, hermano... si algo le pasó, no sé qué haría.

—Oye, no le va a pasar nada; y vamos a encontrar a Aye, ¿vale? 

Yo solo asiento. Nos quedamos un buen rato en silencio, hasta que llegaron Lucas y Gaby, este último hablando por teléfono.

— ¿Dónde está? —indaga Lucas sin preámbulos.

—Arriba, con Sole —le informa Erik.

—¿Cómo está? —pregunta, mirándome.

—No está bien —digo con un hilo de voz.

—Dany está en Estados Unidos —interviene de pronto Gaby, guardando su celular en el bolsillo.

Todos lo miramos y se escucha la voz de ella.

—En Estados Unidos —repite con voz ahogada.

—Lina —digo, corriendo hacia ella para abrazarla.

—Habla, Gaby, por favor —le pide conforme la guía hacia el sofá.

—Lo hoy vieron en el aeropuerto y le siguieron el rastro hasta Estados Unidos, pero allí lo perdieron de nuevo —explica.

—Voy a tener que hablar con la gente de allá —informa Lucas, al tiempo que saca su celular.

Yo puedo hablar con Ian, él va a poder ayudarnos.

— ¿Qué hace allá? — Cuestiona Solé.

—Gaby, ¿cuáles eran los nombres que encontraste en los expedientes? —pregunta de repente Lina, sin hacer caso a la pregunta de Sole, y sé que ella está recordando algo.

—Padres o hijos? —Se apresura a buscar en los papeles donde escribió los nombres.

—Hijos.

—Nicholai Ivannof —Comienza Gaby; ella niega—. Dante D'alessandro —Niega—. Omar Gonzales —Ya no espera que ella haga o diga algo, si no que sigue adelante—. Fernando Torrado —Gaby nombraba y Lucas miraba unos papeles, pero ni idea lo que buscaba—. Cristóbal Donovan.

—Ninguno está en Estados Unidos en este momento —interrumpe Lucas—. No, espera.

—Christopher —dice de golpe Lina, haciendo que todos nos paralicemos.

—¿Qué?

—Christopher está en Estados Unidos? —pregunta con calma. Lucas busca y asiente con cautela.

-Si.

—Él era el mejor amigo de Dany, estudiaron juntos en Estados Unidos, hasta que tuvieron que volver a Argentina y se instalaron aquí —comenta —. ¿Cómo no me cuenta antes? —murmullo.

—No podías saberlo, Lina. Ahora llamo al FBI y les informa —avisa Gaby.

—Tengo que hablar con mi primo —anuncio, y salgo hacia la cocina para llamarlo; Ian va a matarme por nombrarlo, no quiere que sepan de su trabajo, pero esto es importante. Sí, es más importante que su estúpida regla.

 

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