—Lina? —la llamo con delicadeza conforme abro la puerta. No responde, y tampoco está en su cama; la busco en el baño y no está, mi garganta empieza a quemar, tengo un mal presentimiento sobre esto. Bajo a la cocina y tampoco está allí. Mi respiración se agita, mi pecho sube y baja con velocidad, mi garganta está hecha un nudo, ella no está por ningún lado; se fue, y quién sabe a dónde. Recobro la razón y salgo corriendo a la sala—. Lina no está —anuncio con la boca seca.
—¿Cómo qué no está? —inquiere Lucas, levantándose.
—No está, la busqué por toda la casa y no hay rastros de ella.
—No —murmura, tocándose el pelo. En eso sale corriendo a la habitación de Lina y yo lo sigo. Al entrar, se dirige directo al armario, parece estar buscando algo—. Mierda —vocifera junto a una caja abierta; la miro y... Dios, hay un estuche de balas. ¿Qué fue hacer? Espero que no le pase nada. Las cosas ya son lo suficientemente malas como para sumarle más locura a todo esto.
—Se fue a buscarlo sola —anunci