Capítulo 72-Lina

Fuimos en un cómodo silencio, aunque debo reconocer que estaba un poco nervioso, ya que mis padres iban a conocer a Alex. Lo que me pone nervioso no es que lo conozcan, si no que sepan que estamos viviendo juntos; van a empezar con toda esa burda de que es muy pronto, que no nos conocemos bien, van a hablar con respecto a Aye, porque estoy segura que la van a sacar a coalición, y sé que voy a terminar molestándome porque no me gusta que se metan en mi vida, ni mucho menos cuestionen mis acciones. Yo sé lo que hago; me equivoque o no, eso es un riesgo que tengo que correr y soy consciente de ello. Además, con Alex nos conocemos bastante, a pesar de que el tiempo no sea mucho; pero mi familia no sabe todo lo que pasó en Alemania, y menos sabe lo de hace unos días en Estados Unidos. Sé que Alex también está un poco nervioso, lo oculto, como hace con todo, siempre mostrando esa mirada impasible y sin hacer movimientos bruscos. No me engaña, puedo ver sus engranajes en su linda cabecita dorada, trabajando a más no poder.

Llegamos a la casa de mi madre y, como era de esperar, ella se encontraba en la puerta para recibirnos. En cuanto bajamos del auto sus ojos repararon en Alex, no sé si eso es bueno o malo; lo que quiero decir, es que doy por asegurado que se quedó sin palabras, aunque sé con seguridad que solo va a durar unos minutos, hasta que lo estudie detenidamente, para después acosarlo con un cuestionario digno de ella.

—¡¡Babuuu!! —grita Aye corriendo hacia mi madre.

—¿Cómo está mi nieta preferida? —pregunta conforme la besa como es bien característica de las abuelas.

—Soy tu única nieta, abuela.

—Hola mamá —el saludo con dos besos.

—Hola hija —ella dirige su mirada a Lucas—. Hola hijo, lamento lo que sucedió con tu padre —diciendo esto, lo estrecha en un fuerte abrazo.

—Está bien —murmura, recibiendo el cariño.

—Me hubiera gustado poder ir al funeral.

—No se preocupe; es más importante que este aquí, con Aye.

—Mamá, él es Alex —lo presente, apenas termina el abrazo con Lucas, y posa sus ojos en él.

—Hola, señora Rinaldi —saluda Alex.

—Por favor, llámame Gloria —respondió, pasando de la mano que él le tendía para besarlo dos veces en la mejilla.

—Un gusto, Gloria.

—Hola, mami —interviene Gaby, mostrándose celoso.

—Hola, nene —le dice, sonriendo y abrazándolo—. Bien, pasemos adentro —insta, clavándome los ojos con su mirada interrogativa.

Mi padre se encontraba en la cocina, preparando su famosa ensalada criolla, esto quiere decir que se está preparando para el asado. Por lo que los conozco, van a hacer que volvamos del funeral para que almorcemos todos juntos. No es mala idea, sé que ellos lo hacen para no dejar solo a Lucas en este momento, y también para distraerlo; lo quiero, a él ya Gaby, como si fueran sus hijos. Soy hija única, no tienen hijos varones; entonces los adoptaron a ellos, no de forma literal, pero les dan todos los gustos. Debo reconocer que más de una vez estuve celosa de estos dos impresentables.

—Hola, papá —lo saludo después que Aye lo dejara respirar.

—Hola Lini. ¿Cómo ha estado el viaje? —se interesa.

—Bien, todo bien —miro a Alex—. Papá, él es Alex; Alex, él es mi papá —ellos estrechan sus manos en forma educada. Aunque mi papá expresa bien su ceño fruncido, y Alex se percata de eso.

—Un placer, señor Rinaldi.

—Un gusto Ales —lo dijo con "s" en vez de con "x", cosa que divirtió al audido—. Qué nombres raros que tienen hoy en día los jóvenes; el otro que se llama Eri, y usted Ales —finaliza negando con la cabeza.

—Papá, es Erik, no Eri, con "k" al final; y es Alex, no Ales, con "x" no con "s" —le explico, aunque sé bien que lo iba a decir cómo le salía; es imposible que dijera un nombre como corresponde, a mí me dice Lini en vez de Lina, a Gaby le dice Gabo, con el pretexto que suena más varonil; bueno, más macho, son las palabras de mi papá, que es bastante troglodita. En fin, él le pone su marca personal a los nombres de los demás.

—Es lo mismo Lini; no es de por acá, ¿no, joven? —cambia su atención a Alex nuevamente.

—No, señor; soy de Estados Unidos, igual que Erik —le contesta.

—Norteamericanos —suelta pensativo.

—Bien, basta con las formalidades; sentémonos a tomar un café antes de que se vayan —habla mi madre.

Una vez sentados en la sala con nuestros cafés en mano, mi madre empezó con el ataque de preguntas y respuestas.

—Alex, ¿qué te trajo a este país? —Uh, empezó por la última pregunta, m****a.

—Su hija —responde el audido.

Santa m****a, siempre tan directo; Creo que me volví asmático. Mi madre abrió la boca en una perfecta "o" y no parpadeaba, mi padre empezó a toser ya sacudir los brazos; Fue una escena digna de ver, y una forma épica de empezar una relación con sus negros. Mientras mi madre estaba petrificada, mi padre tosiendo, y yo sin respirar, todos los demás estaban mordiéndose los labios para no estallar en risas. La muy inconsciente de Sole no aguantó más y salió corriendo a la cocina para reír sin remordimiento, pero yo la escuché muy bien. Zorra.

— ¿Cómo ha dicho, joven? —interroga a mi padre en cuanto consiguió controlar sus tos.

—Quisiera pedir su permiso para poder estar con su hija. La quiero, y dejé todo a un lado para estar con ella sin impedimentos —contesta. Su seguridad es sorprendente, no se amilana por nada, ni nadie.

—¿Y Sebastián? —me pregunta mi madre, cuando recobró el don del habla.

—Mamá —advierto.

—Eso no importa, Gloria; Ese era un pájaro de mal agüero —interviene mi padre—. ¿Cómo se gana la vida, joven? —Ay, Dios... tierra, trágame, y escúpeme en otro continente.

-Papá.

—Soy ingeniero aeronáutico, y abogado —responde, con su respectiva calma.

—Lo único que entendí, es la parte de abogado —exclama mi padre.

—Tengo una empresa, la cual se dedica a fabricar aviones, ya repararlos; los hago, los pruebo, y luego los vendo a diferentes aerolíneas, cuyos países los encargan según sus perspectivas para cada uno de ellos. También tengo clientes unilaterales que piden jet privados, los cuales ponen sus propias condiciones, es decir que eligen cómo lo quieren y qué objetos son los que no pueden faltar en los aviones que han encargado —explica con toda naturalidad.

—Interesante —piensa mi padre en voz alta.

—Pero tu empresa no está aquí, ¿verdad? —indaga mi madre.

—No, señora...

—Gloria —interrumpe ella.

—Gloria —asiente él—; mi empresa de raíz está en Estados Unidos, tengo una rama en Alemania y otra en Londres —vaya, esa parte me la perdí—, pero bien puedo trabajar desde aquí. Obviamente, van a haber momentos y tratos que cerrar personalmente, y va a ser imprescindible que viaje; pero no se preocupe, solo van a hacer unos días. Me estoy ocupando para poder trabajar desde aquí con mi ordenador, y viajar una vez al mes, al menos, por unos días; Tengo que dar la cara de vez en cuando —concluye, sonriendo por la expresión de soñadora de mi madre. Qué bien, ya la compró.

Luego de semejante escena cómica y estresante en casa de mis padres, nos dirigimos al funeral.

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