Capítulo 59-Alex

-Basta -le ordeno sin nada de tacto.

-¡Lucas, ¿me vas a ayudar, o vas a seguir de espectador?! -le grita a su amigo.

-Espectador -contesta riendo, lo cual hace que yo también ría.

Ella hace un ruido de desesperación y me dedica unos fuertes y sonoros puñetazos en la espalda. Cuando pasó por al lado de Gaby, ella le grita al verlo que se reía.

-¡¿De qué m****a te ríes, Gabriel?! ¡Cuando salga de acá, voy a separarte la tráquea del cuerpo con los dientes! -amenaza, y Gaby se carcajea; Yo no fui menos y comencé a reír uniéndome a su risa. Eso la puso peor; entonces, hice algo que la hizo echar pólvora.

-Basta, mujer. -Le doy una palmada en el trasero.

-Te voy quemar vivo, Alex -su amenaza fue directa a mí; da miedo de verdad esta mujer.

-Cálmate -exijo.

-No me digas qué hacer -sisea entre dientes.

Entramos en la habitación y cerro la puerta detrás de mí, con ella todavía encima; Seguía peleando para que la soltara, pero ya no histéricamente, y había dejado de golpearme también. O se había cansado, o se estaba guardando las energías para cuando la soltase y echarse como una leona encima de mí, y no precisamente para que le dé placer.

-Si te bajo, ¿vas a estar tranquila? -indago en un tono más dócil.

-No prometo nada -contesta, y creo que pude detectar algo de cinismo en el tono. Pero bueno, viniendo de ella es un avance.

-Solo contesta -le advierto.

-Ya lo hice. Bájame.

-Si te bajo, ¿podemos hablar como dos personas civilizadas? -pregun-to, manteniendo un tono de voz normal y tranquilo.

-Bájame y te muestro lo civilizada que puedo llegar a ser -réplica.

-Lina -digo su nombre en tono de advertencia.

La verdad es que no pesa mucho y podría tenerla en mis brazos hasta que se duerma; No me importa de qué manera sea, pero seguiría en mis brazos y seguiría teniendo contacto con su cuerpo. Estoy divagando, m****a.

-No quiero hablar contigo. ¿Eres idiota, o sordo? -esboza, y ahora sí estoy seguro de su cinismo. Yo suelto un suspiro sonoro para tratar de ordenar mi cabeza.

-No hables, solo escucha; Por favor, ángel. Si no te convencí después de que me hayas escuchado, puedes irte, y prometo nunca más molestarte, ni cruzarme en tu camino; pero por favor escúchame, por favor, solo te pido eso -le suplico. Por suerte ya no peleaba para que la suelte y eso hace que mantenga un poco la esperanza.

-Bien -dice, suspirando y de mala gana.

Me dirijo hasta la cama y la bajo, sentándola en ella, la miro unos segundos para asegurarme que estuviera calmada, y unos segundos más solo para apreciarla; cómo la extrañé, maldición. Es fácil perderse en esos ojos grises, casi traslucidos, que ahora por su rabia tienen un tono más azulado; es tan hermosa.

-¿Y bien? -me apura, cruzándose de brazos y sacándome del hipnotismo en que me tenían sus ojos. Tomo una respiración profunda y me acerco una silla para sentarme frente a ella.

-Ángel, yo... -m****a. Había pensado en esto toda la tarde y ahora no me sale nada, me trabo como un estúpido adolecente-. Es verdad lo que te dije anoche, yo la llamé, pero no por lo que piensas -me apresuro a decir-; la llamé para terminar con ella. Cuando Erik me dijo que venías, lo único que quería hacer era estar contigo; Nunca te olvidé. Después de un tiempo, decidí estar con Rachel solo para dejarte ir, y me engañé a mí mismo con toda esa estupidez; actué mal y lo sé, por eso estoy aquí ahora. ¿Me cree?

-¿Alex, qué caso tiene esto ahora? Yo... -no la dejo continuar esa frase.

-Lina, tienes que creerme. Me dijiste que anoche fuiste a buscar mi respuesta; bien, mi respuesta es sí. Sí, me iría contigo; yo... -otra vez, ese maldito día-. Ese día no supe qué decir, pero no porque no quería estar contigo, sino porque estaba inseguro; no de ti, más bien de mí. Y tenía miedo; Esto es nuevo para mí, nunca nadie me hizo, ni me hace sentir así como tú. Mira... -le sostengo las manos-, yo me mentí a mí mismo todo este tiempo, nunca te pude sacar de mi cabeza... ni de aquí -digo, señalándome el corazón con mi mano en un puño-. Por favor, ángel, necesito que me creas; yo quiero irme contigo a donde sea, iría hasta el fin del mundo...-veo que le está cayendo una lágrima, la atrapo con un beso y le susurro-: No me dejes, podemos hacerlo mejor -se le cae otra y la vuelvo a atrapar de la misma manera; es impresionante la voluntad que está poniendo para no llorar, y yo la admiro por eso, la amo por eso-. Te quiero, ángel -murmuro, pegando mis labios en los suyos.

Posa sus manos en mi nuca y tira de mí, acercándome en un beso apasionado, brusco, desesperado; un beso de promesa. Y Dios, como la extrañaba. Nos besamos hasta que nos faltó el aire, hasta que nuestros pulmones celosos reclamaron por nosotros.

-Te necesito -musito sobre su boca.

Ella vuelve a besarme, respondiendo a todo lo que le dije, o lo que le puedo decir en un futuro, con sus besos, sin necesidad de decir una sola palabra. Y yo... yo siento que volvió a la vida; ella es a la que quiero, y también me quiere. Esto es más de lo que puede pedir un hombre.

La levanto con cuidado y la acomodo en el centro de la cama, levanto su camiseta hasta sacársela por la cabeza, luego el beso, haciendo un camino hasta el borde de su pantalón; con mi boca y ayuda de mis dientes desabrocho el botón, bajo sus pantalones, con su ayuda levantando las caderas para facilitarme el trabajo; le saco los zapatos y empiezo un nuevo camino de besos, comenzando por sus tobillos, pasando por la parte de atrás de sus rodillas y luego en estas, sigo mi camino hasta llegar nuevamente a su boca; jadea mi nombre, beso donde sé que es su punto débil, justo detrás de la oreja, e hizo ese sonido que tanto amo de ella, gimió, el cual bebe con un beso de su boca.

-Siente -le susurro, tomando una de sus manos y llevándola a mí pecho, hacia mi corazón, cuyos latidos amenazaban con escaparse de mí para unirse a mi ángel. Me mira y sonríe al sentirlo desbocado-. ¿Lo sientes? -Asiente.

-El mío también amenaza con salir. -Con la otra mano lleva la mía a su pecho, y puedo sentir cómo su corazón tarde descontrolado. La miro y le sonrío, pero luego veo como su mirada se cristaliza por las lágrimas que quieren escaparse de sus hermosos ojos; pero ella parpadea y las retiene, no les da libertad, las mantiene presas.

-Si esas lágrimas son por amor y alegría, déjalas salir -le murmuro suavemente-; pero si son de tristeza, no lo hagas, que no empañen este momento. -Le acaricio la mejilla, y puedo notar como traga fuerte para apartar el remolino en su garganta y poder hablar.

-No son de tristeza -me asegura, con voz ronca por el llanto que está reteniendo con tanto ímpetu.

-Entonces, son unas lágrimas bienvenidas. -Le sonó y beso sus párpados, cuyos ojos se cerraron en cuanto me estaba acercando a ellos-. No llores, déjame recuperar el tiempo que perdí por ser tan idiota.

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