—Sole, necesito que estés con Aye; no la pierda de vista, métela en la oficina y que no salga de ahí —le pido a medio grito, mientras paso corriendo ante las miradas desconcertadas de ellos.
— ¿Qué pasó? ¿Adónde vas? —grita.
—La casa.
— ¿Qué pasó, Lina? —pregunta, corriendo hacia mí.
—Solo haz lo que te dije; que no salga de la oficina hasta que vuelva —salgo del resto a toda velocidad.
Dios mío, Dios mío, que no sepa dónde vivo. El idiota va a atormentarme un tiempo, antes de dejarse ver. Te conozco maldito, vas a volverme loca antes de tu estúpida venganza; No te voy a dar el gusto, estoy preparada para este momento. Lo estoy.
Llego a mi casa y empiezo a tirar los muebles por doquier, buscando, buscando; Si sabe dónde vivo, entonces me vigila. Sé que lo hace. Si no, es cuestión de tiempo para que lo haga. Es cuestión de tiempo para que esté aquí. Sigo dando vuelta toda la casa, algo tiene que haber. Algo me tiene que decir que él estuvo aquí.
—Lina? —escucho, pero hago caso omiso a su llamado y sigo con mi trabajo—. ¿Lina, qué estás haciendo? —escucho de nuevo. Yo sigo absorta, y cada vez más desesperada porque todavía no encontró nada; sé que tiene que haber, sé que ya debe estar aquí—. ¡Basta! —grita Lucas—. Para, Lina, para —termina bajando la voz, agarrándome y aferrándome con sus brazos. Empiezo a llorar, sin poder controlar la histeria interior—. Shh... Ya está, estoy aquí... Cálmate —murmura en voz baja y amable—. ¿Qué está pasando? Háblame, Li —pero yo no puedo hablar, no puedo parar—. Por favor, mi vida, habla conmigo por favor —repite una y otra vez.
—Él está aquí —logro decir.
— ¿Quién? ¿Quién está aquí? —pregunta con voz suave, llevándome a un sofá que estaba dado vuelta; lo acomoda y me sienta en él. Cuando se para delante de mí, le tiendo el sobre que Dany me había enviado y en silencio lo coge—. Dios —exclama sin aire después de leer la carta, pasándose una mano por el pelo—. Li, ¿quién te dio esta carta? —interroga, acuclillándose y poniendo su rostro a la misma altura del mío.
—En el resto, cuando llegué, Sofía me lo entregó, dijo que lo dejó un mensajero —lo miro fijamente—... Lu, si sabe dónde trabajo, es seguro que sepa dónde vivo —hablo hipando.
—No lo sabe, y si es así no puede entrar, está todo custodiado —seguro. Pero yo no estoy tan segura; él está cerca, muy cerca.
—Sabe de Aye, lo sabe —empiezo a sollozar otra vez.
—Hey, tranquila —me toma en sus brazos y frota mi espalda con suavidad—. No la va a tocar, no lo voy a permitir, no va a tocarlas a ninguna de las dos; ya mismo refuerzo la custodia —promete, separándose de mí—. No te preocupes, ¿sí? —demanda conforme saca su celular.
—¿Qué haces? —pregunto confundida.
—Voy a reforzar la seguridad —responde—. ¿Dónde está Aye? —quiere saber.
—En el resto, con Sole.
—Bien; voy a pedir a un oficial que la escolte hasta aquí —me avisa.
Me recuesto en el sofá, mientras él habla por celular, cuando termina se sienta a mi lado, poniendo mi cabeza en su regazo y acariciando mi cabello.
—Va a estar todo bien —murmura, consolándome.
Yo dudo que esté todo bien; al menos, mientras Dany siga en la calle, nada lo va a estar. Va a volverme loca, y cuando me encuentre vulnerable va a atacar, lo sé; Estoy segura de eso, es su forma de hacerme saber que cometí un error, y no va a parar hasta estar seguro que yo aprenderé de ese error. Esto es un maldito juego para él, solo es eso. Un maldito y estúpido juego.
Me doy cuenta cuando llega Sole por su exclamación de horror al ver como estaba mi casa.
—Oh, Dios mío. ¿Qué pasó? —expresa, tapándose la boca con las manos.
—Nada; ya va a llegar Gaby y vamos a ordenar este desastre —le contesta Lucas. Corro a abrazar a mi hija; sin darme cuenta la estaba asustando, entonces Lucas se acerca a mí y pone su mano en mi hombro—. Lina —advierte. Entiendo lo que dice y me obliga a soltarla.
—Vamos nena, vamos a ponerte el Xbox —la i***a Sole, llevándosela a su cuarto.
Lucas me lleva de nuevo al sofá y en ese momento llega Gaby con dos hombres más. Lo muestra la carta y lo pone al tanto de lo ocurrido. Luego baja Sole, uniéndose a nosotros.
Los hombres están organizando todo el desastre que ocasioné y Sole se va a preparar café, todos en silencio; Entonces suena el celular de Lucas. Mientras él escuchaba lo que le decían del otro lado de la línea, su cara se estaba poniendo pálida, y cuando colgó, cayó de rodillas al suelo tomándose de la cabeza. Corrí hacia él.
— ¿Qué está mal? —pregunto abrazándolo. Él me devuelve el abrazo, llorando.
—Mi padre —murmura. Fue todo lo que dijo para que yo entendiera lo que estaba mal.
Lo traje más a mí, acunándolo y meciéndolo, Gaby se unió a nosotros, también llorando; para él, el padre de Lucas era su héroe, su ejemplo a seguir. Era su padre también, él le dio mucho y Gaby siempre va a estar agradecido por eso, y la mejor forma de agradecérselo que tenía era tratarlo con respeto, como si fuera un padre.