"Cuatro meses después del regreso de Alemania"
—Buen día —saludo entrando al resto, que me recibe con Malú y su canción "Ahora tú" sonando por los altavoces.
Qué bien, este tema no ayuda a sacarme un cierto alemán arrogante y petulante de la cabeza; Solo tengo que ignorar la música. No puedo. Amo esta canción, adoro a Malú. Maldito seas, Tony, estoy segura que fuiste tú.
—Buen día, Lina —contesta Sofía, una de las mesera, acercándose a mí.
— ¿Cómo estás, Sofi? —le doy un beso en la mejilla.
—Bien; esto llegó para usted —expresa, tendiéndome un sobre.
—Para ti, Sofía, para ti; no estamos en la edad media, no me trata de usted —tomo el sobre y lo inspecciono con el ceño fruncido—. ¿De quién es? No tiene remitente —digo, observándolo detenidamente.
—Ni idea; el chico que lo trajo pidió específicamente que te lo diera en la mano.
—¿Cómo era el chico?
—Era solo un mensajero, de unos veinte o veinticinco años, tenía el pelo castaño... —intervengo.
—Está bien, no importa; gracias, Sofi —retomo mi camino.
Llego a la oficina, arrojo el sobre en el buró, me saco la chaqueta, rodeo el escritorio para sentarme en mi silla sin sacar la vista del sobre. Tengo un mal presentimiento sobre esto, no me hace ninguna gracia un sobre sin remitente. Golpean la puerta y la abren un poco para asomar la cabeza.
— ¿Se puede? —pregunta Sole con una gran sonrisa.
-Sorbo.
— ¿Qué es eso? —pregunta señalando el sobre.
—El iceberg que produjo el hundimiento del Titanic —bromeo.
—Me refiero al sobre, chistosa. ¿Qué dices? —curioso.
—Ni idea; olvidé los lentes 4D de alta definición en mi casa —hablo siendo una maldita y condenada sarcástica.
—Dios, hoy mi amiga esta poseída por Doña ironía; Voy a llamar a un sacerdote, oa un barman, me dijeron que el tequila contigo actúa como si fuera agua bendita —ahora la irónica es ella.
—Muy graciosa...—me interrumpe un golpe en la puerta—. Pase —digo alzando la voz.
—Lina, traje tu café —anuncia Sofía.
—Gracias —digo, tomándolo de su mano. Se queda un segundo mirándome y luego asiente.
—De nada, Lina —contesta y venta de la oficina.
— ¿Qué le pasó? —indaga Sole, que al igual que yo detectó que algo ocurría con la joven.
—Ni idea, desde que llegué ha dicho mi nombre más veces que en toda la semana.
—Bueno, capaz que quiere algo y no se anima a pedirlo —supone.
—Eso es, seguro que algo quiere —es mi escapada para no abrir el sobre, aunque no sé por qué le huyo—. Llámala —le ordeno.
—¿Qué? ¿Desde cuándo quieres saber lo que quieren de ti? —pregunta desconcertada.
—Desde hoy. Llámala —exijo.
—Bien, ya voy. Hoy estás hecha una perra, ¿lo sabías?
—Así y todo me quieres —aseguro sacándole la lengua.
—Voy a buscar a Sofía y luego voy a la maldita cocina, hoy Tony no viene —anuncia.
—De que te quejas, si para eso estudiaste y eres una excelente chef —la adulo porque es la verdad, está bien que no tengo un paladar refinado, pero sé reconocer cuando algo sabe bien, y lo que Sole cocina siempre sabe maravilloso.
—Sí, pero hoy tenía que ir al instituto —declara, mientras cruza la puerta.
—Si yo cocinara como ustedes, lo haría sin ningún problema —le aclaro, porque de verdad que es así.
—Gracias a Dios que Tony está ordenado —murmura al tiempo que cierra la puerta tras ella.
—¡Te debo una! —le grito.
Por más que se queje o me la haga pagar, sé muy bien que le gusta cubrir a Tony; sé bien que le gusta cocinar, y que le gusta hacer y deshacer a su manera la cocina de su resto. Es su laboratorio, se la pasa más ahí, que en su verdadera labor; supuestamente se tiene que encargar de la parte administrativa y de tener un ojo en la sala, es decir, tiene que estar detrás del mostrador y siempre está en la cocina, solo protesta porque si no, no sería ella.
—Lina? —dice Sofi, asomando su cuerpo a través de la puerta.
—Pasa —la invito, haciéndole señas con la mano.
—Me dijo Sole que quería verme.
—Sí, quiero saber qué es lo que necesitas, o qué es lo que te pasa —digo sin rodeos, no soy buena en eso.
—Bueno...—balbucea—. Yo quería saber si podías darme unos días, pero no ahora —se apresura a decir una vez que tomó coraje—; en un par de semanas, tengo que dar unos requisitos y...
—Bien, no expliques más —la detengo—; esos tienes días, solo vuelve a recordármelo dos o tres días antes así busco un reemplazo, ¿sí? —le hago saber.
—Sí; gracias, Lina.
—Por favor, deja de repetir mi nombre, lo vas a gastar —exclamo sonriendo.
—Lo siento, Li... —no termina la frase y sonríe.
—No importa, está bien; si necesitas alguna otra cosa solo dilo, no me gustan las vueltas —ella asiente y sale de la oficina.
Bueno, creo que se me agotaron las excusas y voy a tener que ver ese sobre. Lo tomo, lo acerco, le doy vueltas, pero no lo abro. Dios, ¿desde cuándo la curiosidad no me invade? Lina, abre el puto sobre, no te va hacer nada, es simplemente un papel, no una bomba. No puede lastimarte. De hecho, sí puede, el papel corto también.... Bien, ya me volvió loca, ahora discuto conmigo misma. Basta, mejor abre el sobre.
«Sé que me extrañaste y que pensaste en mi cada día, Lilith. La niña es un recordatorio constante de nuestro amor, pero no te preocupes... Estoy cerca.
D."
Ay Dios. Mis lágrimas empezaron a caer, mis manos a sudar, mi boca a secarse y mi garganta a arder. Esta es la cuenta regresiva de Dany. ¿Qué voy a hacer? Sabe dónde trabajo, y si sabe eso, sabe también dónde vivo. ¡¡Mierda!!
Salgo corriendo de la oficina.
Salgo corriendo de la oficina.