Capítulo 2

Al fin, el gran día llegó. Me duele mucho el estómago, tengo los nervios de punta; nunca volé, y creo que tengo pavor a volar. —No, Lina, no empieces con la paranoia; déjale ese papel a Sole, que a ella le sienta bien—. Ok, respira, solo respira... No está funcionando. Miro a la salida y luego hacia donde se embarca, y vuelvo a mirar hacia la salida; en cualquier momento salgo corriendo. Tengo pánico de subir al avión, justo ahora me tengo que dar cuenta que me da miedo volar, qué idiota; tengo que ser más valiente, no puedo comportarme como una cobarde en este momento.

—Están llamando a su embarque, chicas —anuncia Lucas.

—Sí, es mejor que se vayan ya —habla Gaby, y se mueve a abrazar a Sole.

—Dios, chica, estas temblando y casi no respiras —nota Lucas, estirando sus brazos hacia mí.

M****a, es verdad; estoy a punto de morir por asfixia involuntaria. Esto me está superando.

—Estoy bien —murmuro, tratando de ser convincente y fracasando hábilmente. No estaba nada bien.

—Hey, cálmate; inhala y exhala. ¿Cómo era ese dicho? —me pregunta frotando mis brazos con la intención de relajarme, pero sin fruto alguno.

—Inhala paz, exhala amor —contesto en voz baja tratando de parecer fuerte, sin lograrlo.

—Esa es mi chica —admira, abrazándome.

—Bien, será mejor que se apuren —demanda Gaby, haciendo a un lado a Lucas para abrazarme—. Te voy a decir dos cosas: La primera, estoy muy enojado contigo por preferir llevar de viaje a esta desprolija antes que a mí —bromea señalando a Sole, ganándose que ella le sacase la lengua como una niña malcriada—. La segunda, es que te voy a perdonar si me traes un gran recuerdo de allá —habla dedicándome una gran sonrisa.

—Sí, definitivamente te voy a traer un gran recuerdo. Mi virginidad envuelta en papel celofán rojo y un moño enorme —le contesto mostrando mi más hermosa sonrisa, fingida claro está, ya que estoy muriendo de los nervios. Y fue una carcajada colectiva.

—No hay regresión, Lina —suelta con desdén.

—Bien —suspiro y simulo resignación—, te traeré una alemana sado... ¿Qué te parece? —le sonrío.

—Eso sería una buena idea, suena mucho mejor —concuerda, ladeando su cabeza como si se lo imaginara—. Auch —chilla cuando le propino un roscazo en el brazo, por atrevido.

—Dejas volar mucho esa imaginación tuya —lo acuso, mientras se frota el brazo.

—Lu, soy un hombre golpeado —lloriquea, apoyándole la cabeza en su hombro—. Ella me maltrata —sigue hablando y haciendo una escena sobre el hombro de Lucas.

—Ya, ya— dice el rubio palmeándole la cabeza—. No llores, ya se van y seremos libres —le sigue el juego, ganando que Sole se ponga más colorada de lo que es.

—Están haciéndome pasar vergüenza, la gente nos mira —masculla, mirando para todos lados, acalorada por la situación.

— ¿Por qué no me quieren, Lu? —lloriquea más fuerte, causando que más gente se dé vuelta a mirarnos.

Yo no puedo parar de reír, siempre tiene que hacer algunas de las suyas.

—Vámonos ya —me apura Sole, tirando de mi brazo para salir de la escena que están dando los chicos.

—Fuera —le ordeno a Gaby, corriéndolo para luego abrazar de nuevo a Lucas.

—Te voy a extrañar, mi amor —murmura en mi oído.

—Yo también, me gustaría que pudieran venir con nosotras —declaro, abrazándolo con más fuerza.

—No podemos...

—Sí, sí, ya sé —intervengo—. Ese maldito caso que tienen —trato de ser más comprensiva, aunque odio que no podamos viajar los cuatro juntos.

—Te quiero —me susurra.

—Yo también —le correspondo, separándome un poco para verlo a los ojos.

Me besa la frente y me i***a a que me vaya de una vez.

Ya en el avión con mi malestar bien presente. M****a, quiero vomitar. Inhala paz, exhala amor... Inhala paz exhala amor... No funciona; ahora quiero fumar. Necesito un cigarrillo con urgencia. Ojalá las pastillas que me dio Lucas hagan efecto en cuanto las tome, no sé cómo voy a reaccionar cuando se empiece a mover este bendito bicho.

—Lina, estas pálida —me hace saber Sole, observándome. Como si no lo supiera, me mofo mentalmente.

—Ya lo sé, creo que voy a tomar un calmante para dormir todo el viaje —entono, muy descompuesta.

—Bien, trata de descansar —me i***a palmeando mi rodilla.

El despegue fue un suplicio, esta cosa empezó a moverse «a sacudirse mejor dicho», y las pastillas todavía no hacían efecto, si es que llegan a hacerlo en algún momento.

Luego de más de catorce horas de vuelo, salimos del avión y mi estómago dio un vuelco nuevamente, pero esta vez por los nervios; Sole me agarra fuerte del brazo, está igual de nerviosa que yo, pero se contiene para no chillar por la cantidad de gente «ella lo sabe y yo lo sé»; no íbamos a dar un espectáculo en medio del tumulto de personas desconocidas, que seguramente nos tildarán de locas histéricas si lo hacemos, así que, a contenerse, al menos hasta que estemos en la protección de la habitación.

—Tenemos que conseguir un auto para llegar al hotel —anuncio, agarrando por fin las maletas.

Mientras caminábamos a la salida me puse a buscar el celular en mi bolso —cuando llegue, voy a tener que tirar toda la basura que tengo aquí dentro—; estoy llena de papeles y cosas sin valor, esto es la caja de pandora. Para mi suerte, se me caen las llaves; me paró en seco y retrocedo... PUM, me llevo puesto de lleno a un hombre. Para variar, se me cae el bolso, haciendo que todo lo que estaba dentro se desparramase en el suelo. M****a.

—Perdón —me disculpo con el hombre que había atropellado, mientras me agacho a levantar mis cosas sin siquiera mirarlo, ya que estaba rojísima por haberlo increpado tan brutalmente—. M****a, m****a, m****a —refunfuño levantando mi Tablet, que se le había rajado la pantalla. Qué suerte la mía.

Creo que bajé del avión con el pie izquierdo.

El hombre me alcanza los papeles del hotel, que también estaban desparramados en el suelo, y es ahí cuando levanto la mirada y lo veo por primera vez. Creo que morí muerta; no podía moverme, ¡qué hombre! Alto, rubio, ojos azules e intensos, mandíbula cuadrada. Ay, esos hombros grandes, ese pecho. Escucho que se aclara la garganta y es entonces  cuando vuelvo a la vida, le acepto los papeles del hotel que me extendía con su mano; su mano grande, esos dedos largos. Dejo de desvariar y lo miro de nuevo. ¿Está sonriendo? ¿De qué se ríe? ¿De que se me rompió mi Tablet? ¿De que se me cayó todo lo del bolso, o de que me quedé muda? Creo que la tercera, que idiota soy.

—Disculpa... Eh, Sorry —hablo casi susurrando.

Él no dice absolutamente nada, solo me ve con una media sonrisa, manteniendo sus ojos fijos en los míos, escrutándome con ellos, cosa que provocó que mi cuerpo sienta un calor repentino.

Tengo que moverme e irme, me hace sentir desnuda viéndome de esa manera.

Me doy la vuelta con todo en mano y busco a Sole, que ya estaba en la fila para el alquiler del auto.

—¿Quién era ese rubio sexy? —A esta mujer no se le escapa nada.

—Se me cayó el bolso y lo choqué sin querer —respondo sin mirarla, todavía arreglando un poco el desastre de mi cartera.

—¿Lo chocaste? Así que sabes si está durito; parece que sí lo está. —Empieza la entrevista, clavándole los ojos.

—Ya Sole, no lo toqué. Por favor, que ya se me está yendo el humor a la m****a —espeto, frunciendo el ceño.

—Que no lo tocaste... ¿Tu, Lina Rinaldi, que no hay bombonazo que se te escape? No te creo nada —declara, negándose a creerme. Hacía bien, porque no solo lo toqué, sino que le saqué una radiografía con la mirada; pero ella no tenía por qué saber eso.

—Sole, se me rompió la Tablet cuando cayó; por favor, deja de divagar hasta que lleguemos al hotel.

—Bien, como sea; pero igual está como para atarlo en la cama hasta año bisiesto. —Estaba prácticamente babeando.

—Sí, está como para embardunarlo con chocolate fundido y todo lo que quieras; pero creo que es un idiota. Le pedí disculpas en dos idiomas y no dijo nada, solo se sonrió, mientras yo puteaba por mi Tablet rota —demando ofendida.

—Bueno, tal vez no habla tu idioma, o lo hablaste mal —aclara, querien-do defenderlo.

—Dije perdón y Sorry. No son tan difíciles esas dos palabras, como para hablarlas mal, o entenderlas mal —aseguro, frunciendo el ceño.

—Bueno, a mí me parece sexy, y si me lo cruzo con la guardia baja lo voy a hacer suplicar por más —demanda pestañando. Ella me entrega las llaves del auto que le había pasado la chica del otro lado del mostrador.

—Como sea, igual es rubio y a mí me gustan los "morochios" —mascullo al tiempo que nos guían hacia donde se encuentra el auto.

—Sí, "morochio" el barman, ¿no? —habla ya subiendo al auto.

—El barman no es morocho.

—Pero tampoco rubio, ¿no es así? —canturrea, cuando ya hice varias calles arriba retomando la conversación; una conversación que me está molestando. Qué bien, no se va a callar nunca, así que la voy a ignorar.

Varios minutos pasaron en donde creo que ya estoy pérdida, y Sole que sigue babeando; estoy haciendo un esfuerzo enorme para concentrarme en el lugar, en ver los nombres de las calles, lo que me está costando mucho, y más con el parloteo de Sole.

—Sole, necesito que cierres la maldita boca por un momento, que esto se me está complicando —chillo, ya irritada.

—Bien, me callo —farfulla, recostándose sobre su asiento.

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