Capítulo 3

Después de media hora logré encontrar el hotel, el cual había reservado por Internet el mismo día que saqué los pasajes. El lobby es hermoso, muy iluminado, mucha cristalería, es más de lo que esperaba; Estoy rezando en silencio para que Sole siga aguantando un poco más, hasta llegar a la habitación, para que pueda largar ese grito que está peleando por no dejar salir. Nos acercamos a la recepción y una hermosa chica rubia, con una gran sonrisa, nos entregamos la tarjeta de la habitación y con pasos temblorosos y apresurados nos dirigimos al ascensor.

Al entrar, vemos que es hermoso, grande, mucho espacio, muebles de madera de cerezo. Voy hacia uno de los cuartos y me encuentro con una cama con dosel, enorme, y una mesita de noche en cada lado de esta. Dejo las maletas a un lado y salgo con destino a la terraza; una vista espectacular, mucho más linda de lo que se vio en las fotos de internet. Esto es increíble.

—Wow... ¡Lina, esta habitación es impresionante! —grita, desde el cuarto que ya eligió, así que para no estar gritando me acercar a ella, parándome en el quicio de la puerta.

—Sí, la verdad que sí... Así es como yo hago las cosas —fanfarroneo.

—Ay... ya está la señorita "miss ego" —azuza, saltando en la cama.

—Ya viste el jacuzzi? —curioso, elevando una ceja y cargando la cabeza.

-¡No! ¿En serio? —salta de la cama y sale disparada al baño, en donde empezó a gritar como si nunca hubiera visto uno.

—Bien, ¿ahora qué hacemos? —cuestiono, un poco emocionada y otro poco cansada por el viaje, por más que haya dormido.

—Ya casi es mediodía; Podríamos bajar a comer algo, ¿no? —propone, tocándose el estómago.

—Sí, hagamos eso. Me cambio y bajamos.

Cuando me acerco a Sole, ya cambiada para irnos, ella me esperaba en la puerta ya preparada; me observa por unos segundos y se queda con la boca abierta, mirando mis botas.

—¿De dónde sacaste esas botas? —indaga, con ojos enamorados. Puedo jurar que le vi los corazoncitos latiendo en sus pupilas. Es muy graciosa cuando se trata de ropa.

—Las compré en el shopping mientras estabas haciendo ojitos al hombre del café.

La verdad es que son unas botas rojas que están mortales, llegan hasta por encima de mis rodillas; me las puse con una falda negra y una camisa de color rojo oscuro. Amo estos colores.

—Bueno, después me las vas a prestar. —No me lo sugeriría; sino que, prácticamente, me lo estaba ordenando.

—Bien. ¿Ya estás lista? De verdad que tengo hambre —le hago saber, acercándome a la puerta.

-Sorbo.

Salimos de la habitación, ella tomada de mi brazo e inspeccionando todo el lugar; subimos al ascensor y bajamos hacia donde se sitúa el comedor del hotel; Cruzamos unas puertas dobles de vidrio, que nos dejan dentro de un gran y lujoso espacio. Esto es más de lo que había visualizado por internet. Sole se encargó de buscarnos unas mesas, ya que yo estaba metida con la cabeza dentro del celular; el pesado de Lucas me estaba escribiendo para saber si habíamos llegado, cómo habíamos llegado, cómo estábamos, si encontramos el hotel. En fin, todas esas preguntas que puedes llegar a hacer una madre, un padre, un hermano mayor. Así se comporta Lucas con nosotras. Después de que ordenamos «con un poco de dificultad, cabe destacar», como era de esperar, Sole empezó a inspeccionar mejor el lugar con la mirada.

—Ay, Lina —entona en voz baja, toda nerviosa.

—¿Qué te pasa ahora?

—Ese que está ahí, ¿no es el chico del aeropuerto? —me pregunta, señalando en diagonal de donde estaba sentada.

Me giro un poco con disimulo y "sep", era el mismo al que choqué y que solo emocionaba; Me da mucha intriga ese hombre.

—No sé, se parece a él —contesto, restándole importancia.

Debo admitir que estaba que se prendía fuego, con un traje gris humo y una camisa azul cobalto que resaltaba más sus ojos azules, que ahora parecían más oscuros, no tan claros como cuando lo choqué en el aeropuerto. M****a, me vio; vio que lo estaba mirando. Estúpida Sole que me hace mirarlo, y estúpida yo que tengo que sacar radiografía.

—Parece que te vio —acota sonriendo.

—¿Por qué dices eso?

—Porque te suena —responde, demasiado contenta para mi gusto.

—Seguro que le sonríe a todas, debe ser su carta de presentación.

—Puede que tengas razón; le suena a la camarera —exclama riendo.

Genial, ahora se burlaba de mí; y después se dice mi amiga.

—Muy graciosa. Mejor cortala, que ahí vienen los carbohidratos que pedimos —indico acomodándome en mi silla.

Ya no quería hablar del señor "ojitos de hotel". Agradecimos al camarero con un "gracias" en alemán «fue lo único que aprendimos en ese idioma»; Nos dejamos nuestra comida y empezamos a comer.

—A dónde vamos después? —índago.

—Ni idea, fuiste tú la que investigo este país —manifiesta, señalándome. Puta costumbre de señalar que tiene.

—No te dijeron que es de mala educación apuntar con el dedo? —ironizo, haciéndole saber que no son buenos modales hacer eso, y me dispongo a cortar un trozo de la carne que había pedido.

—Sí, muchas veces, y la mayoría fuiste tú —declara, nuevamente señalan-dome con el dedo.

Ruedo los ojos y sigo con mi comida, porque sí tengo hambre. Cuando llamamos al camarero por la cuenta nos dice «en inglés, gracias a Dios que algo entiendo» que ya está paga, que la saldó un hombre, y nos señala la dirección donde se encontraba ese supuesto señor; las dos giramos a muy y, por el martillo de Thor, nos señaló al chico "ojitos de hotel". Creo que se me subió toda la sangre a la cabeza, porque me puse roja, más roja de lo que se ponía Tinkerbell cuando se enojaba, y para peor nos sonríe con suficiencia. A este me lo cargo, dije, y creo que lo hice en voz alta. Me levanté con toda la furia y fui a encararlo. Sole estaba diciendo que no vaya, que me comporte, pero la ignoré y fui a mi meta, posicionándome frente a él con los brazos cruzados sobre mi pecho.

—No necesitamos que ningún desconocido "ojitos de hotel" nos pague nuestro almuerzo; no somos unas mochileras, y vinimos con el dinero suficiente como para poder mantenernos el tiempo que estemos en este bendito país. Además, ¿qué? ¿Nos estás siguiendo?

Bien, linda incomodidad; no dice nada, solo me mira con su media sonrisa. Hasta parece... ¿divertido?

Toma una servilleta y se limpia la boca, la vuelve a dejar sobre la mesa, y cuando creí que estaba a punto de decir algo, no lo hizo; solo empezó a recorrer mi cuerpo con sus ojos, arqueando una ceja, ladeando la cabeza, con su media sonrisa provocadora que, para ser justos, no me había dado cuenta hasta este momento de lo hermosa y sexy que es. Me muerdo el labio inferior y pongo las manos en las caderas, esperando a que termine con su inspección visual y que al menos se disculpe; pero él solo sigue mirándome desde abajo hacia arriba hasta llegar a mis ojos, no sin antes detenerse unos segundos «unos incómodos segundos» en mis botas. Me tiene bajo su escrutinio, tiene una mirada realmente profunda; me mira fijo, casi sin pestañear; me observa entre curioso y divertido. Dios, que difícil va a ser sostenerle la mirada a este hombre.

—No va a decir nada, ¿o no entiende mi idioma? —espeto; luego espero y... nada. Él sigue con la mirada fija en mis ojos —. Aparte de mal aprendido, es un maldito idiota —digo.

Al seguir sin ninguna respuesta, suelto un grito ahogado y me giro, busco a Sole y la hago caminar hacia fuera del hotel. Estaba enojada; No, estaba furiosa, quería volver y obligarlo a pedir disculpas en cinco idiomas diferentes.

¿Me puedes explicar qué fue todo eso? —inquiere Sole, haciéndome parar en medio de la acera.

—Nada; me enojé, y para peor hablé sola, porque otra vez solo sonreía y me observaba de arriba abajo, haciendo que me enfurezca cada vez más —suelto, más furiosa por recordar esa estúpida escena.

—Te estoy preguntando qué pasó, como para que vayas a atacarlo como una psicópata.

—Nos pagó la comida, y eso me molestó —farfullo, bajando la mirada mientras Sole me observa con incredulidad.

—Esa exaltación ¿tuya fue solo porque nos pagó el almuerzo? —cuestiona, todavía sin creerlo.

—Sí, toda esa exaltación es por eso —suspiro—. Vamos, Sole, no sabemos quién es. Mira si solo se hace el amable para raptarnos, o algo por el estilo. ¿No viste la película "Búsqueda implacable"? Mira si trabaja en eso de la trata de personas —explíco, muy segura de lo que estaba diciendo. Comenzó a reír, con muchas ganas, y terminé riéndome con ella; no podíamos parar, estábamos dobladas, agarrándonos el estómago muerto de risas, en medio de la acera, provocando que varios transeúntes se giren a mirarnos. Sí, ya sé, exageré un poquito... bien, un poquito mucho—. Es estúpido, ¿no?

—Sí —afirma, carcajeándose.

—Qué estupidez.

—Vaya, chica, no sé quién eres; Creo que la verdadera Lina quedó en Argentina —bromea, tratando de reponerse de la risa.

—Sí, ya sé; exageré...pero ese hombre me pone nerviosa, y no lo quiero cerca —expreso, un poco más calmada.

—Yo creo que le gustas, y te gusta también, pero lo vas a negar hasta la muerte —declara, agarrándome del brazo instándome a caminar.

—No digas bobadas —me quejo, dejándome guiar por ella.

—No lo hago —asegura.

—Alucinas —azuzo.

—Ya veremos. —demanda.

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