—Espera —manda Gaby. Me hace seña para que mire hacia adelante, y se produce una explosión a un lado de la casa—. Esperemos unos segundos más, y entramos por donde se produjo esa explosión —me avisa, y asiento.
Esos segundos que esperamos se me hicieron eternos, pero al final ya estamos en camino hacia la casa; Vamos los tres, con dos oficiales más cubriéndonos las espaldas.
Llegamos a la puerta e Ian se apresura a entrar apuntado, luego nos hace seña para que lo sigamos y así hacemos. Aparecen hombres de vez en cuando en la oscuridad, a medida que nos vamos adentrando.
Empezamos a derribar puertas, buscándola, mientras afuera se siguen escuchando los disparos; pero no se encuentra detrás de ninguna de ellas. Llegamos a un sótano y me apresuro a entrar; en cuanto abro la puerta, casi caigo sobre mis rodillas. Ahí estaba Lina, tendida en un camastro de acero, atada de manos y pies. Corro hacia ella y la vista fue peor de la que tuve en la entrada; estaba ensangrentada, todo su cuerpo cortado, su camisa rasgada en dos dejando su pecho al descubierto, el cual estaba lastimado; con cortadas entre sus senos y en varios lugares de su abdomen, mucha sangre recorre su cuerpo; Veo que se encuentra con sus ojos cerrados, y lo peor pasa sobre mí. Empiezo a besarla ya llamarla, pero ella sigue sin responder.
—Lina, por favor –sollozo conforme la beso y la muevo con suavidad para que despierte; ella no está muerta, ella no puede estar muerta, no me puede dejar así—. Abre los ojos, ángel —suplico a su lado, sin dejar de besarle el rostro.
—Lina... ¡¡Mierda!! —grita Gaby, y corre hacia nosotros—. ¿Qué le hizo ese hijo de puta? ¿Qué te hicieron? —habla desesperado, desde el otro lado del camastro, al tiempo que le toca el rostro—. Hay que sacarla de aquí —Se incorpora y veo como una lágrima cae por su mejilla. Va hacia su mano derecha para desatarla y yo le desato la otra, para luego seguir con su pie, al igual que hace él. Sin poder contenerme acerco a su rostro sin expresión, sigo llorando y suplicando que esté viva; Siento que tocan mi hombro y volteo para ver a Gaby, que ya se encontraba a mi lado. Extiende su mano hasta su muñeca y le toma el pulso—. Hay que sacarla de aquí... Vamos —dice.
Se inclina para cargarla; no lo dejo, lo aparte para poder cargarla yo. Nadie más que yo la va a llevar a casa. La pongo entre mis brazos para dirigirme hasta la puerta de la habitación, ella se remueve y la miro. Con lentitud abre sus ojos y el alma vuelve a mi cuerpo; Pensé que estaría mal, muy mal, por todas las heridas que tiene en el cuerpo, sin embargo, ella es fuerte, sé que lo es y ahora me lo está demostrando. Comienza a moverse con desespero en mis brazos y trato de calmarla, pero es como si no escuchara, como que si no supiera quién soy. La agarro con fuerzas para que no se suelte de mí, ni se caiga, pero ella sigue moviéndose, siendo cada vez más frenética, cosa que impide que llegue hasta la puerta.
—Ángel... quédate quieta, por favor —le pido con voz suave, para que me reconozca; Debe estar en estado de shock por lo que pasó.
Sigue removiéndose como si no reconociera mi voz, como si no supiera quién soy. Vuelvo sobre mis pasos y la coloco sentada en el camastro donde estaba.
— ¿Qué pasa? —interroga a Gaby al verme sentarla.
—Está en shock, necesito que se calme para sacarla —le hago saber, mientras ella sigue moviéndose, tratando de soltarse de mi agarre.
—Bien, trata de que vuelva. Yo vigilo la puerta —declara.
Vuelvo mi mirada hacia ella y el abrazo fuerte; besándole los cabellos empiezo a hablarle.
—Ángel, vuelve a mí... Te he echado de menos —Ella sigue queriéndose salir de mi agarre—. Por favor, ángel; estás a salvo... Solo escúchame, escucha mi voz... por favor —No puedo contener mis lágrimas y caen cual aguacero, pero no me doy por vencido, sigo intentando hablar con ella, sigo intentando que me escuche, que me reconozca, que diga cuánto me ha extrañado—. Solo escúchame; por favor, ángel vuelve a mí —hablo en su oído; Noto que ahora está luchando menos, entonces sigo—. Te he echado mucho de menos... Te necesito, no me dejes ahora; no ahora que te volvió a encontrar —Deja de moverse, aunque todavía sigue sin tocarme, todavía sigue con su distancia; sus ojos no me ven, están mirando más allá de mí—. Tranquila mi amor, vamos a salir de aquí... Te amo, ángel, te amo —susurro cerca de su boca.
Es en ese momento cuando ella mira mis ojos; no sé bien qué es lo que vio, quizás me reconoció, no lo sé, pero se abalanzó hacia mí y me abrazó con una fuerza que desconocía que tenía. Empezó a llorar ya mí se me rompió el corazón la verla con los cortes, ensangrentada, sin fuerzas suficientes y llorando sobre mis brazos, verla tan vulnerable, como jamás la había visto. Solo el abrazo con más fuerza, y le susurro al oído una y otra vez que la amo y que todo va a estar bien.
—Tenemos que irnos —escucho que Ian le anuncia a Gaby una vez dentro de la habitación.
—Llevémosla a casa —insta el morocho.
—¿Lista para ir a casa? —le pregunto con voz suave, tratando de que no se vaya de nuevo; ella asiente y se dispone a bajar del camastro para caminar, pero la intercepto—. Yo te llevo —le digo, envolviéndola en mis brazos para alzarla y no dejarla que camine.
—No —Se hace a un lado—. Puedo caminar —La miro por unos segundos.
—Segura? —Quiero llevarla yo, la veo muy lastimada para caminar, pero no quiero asustarla.
—Sí—oriental; me hago a un lado y ella, con un poco de dificultad, se levanta.
El tomo del brazo para ayudarla, pero me hace a un lado y camina sola hacia la puerta. Esta es la verdadera tozuda Lina. Miro a Gaby, que me dedica una media sonrisa y niega con la cabeza; Sí, él piensa como yo: Lina está de vuelta. Luego miro a Ian, quien la ve sorprendido y hasta decir con un poco de horror; la observa de arriba abajo. Sé que Ian se está aguantando para no alzarla y llevarla él mismo en brazos, está luchando contra ese pensamiento, al ver que nosotros no lo hacemos; me mira, me está pidiendo en silencio que la cargue, pero solo le niego con la cabeza, si no hacemos las cosas como ella quiere, no saldremos más de aquí, y corremos el riesgo que descargue lo que le hicieron con nosotros, y no quiero volver a ver esos ojos extraños y fríos con los que me encontré cuando llegué.
—Si estás mirando mis tetas, la vas a pasar mal —bromea ella con Ian.
Él no estaba haciendo eso y ella lo sabe, solo está queriendo que deje de mirarla como si fuera un fantasma; no le gusta que la traten como si fuera de cristal.
Por lo que dijo, me doy cuenta de cómo estaba su ropa; me saco mi chaqueta para luego ponérsela, deja que lo haga y me agradece con una sonrisa.
—No es mi culpa si haces exhibicionismo —le responde, finciendo una sonrisa.
Lo conozco y sé que sigue peleando para no ayudarla, yo estoy peleando conmigo mismo para no hacerlo.
—Quita tus ojos de ella —Le dedico una mirada para que haga más esfuerzo en cambiar su cara de horror.
— ¿Nos vamos? —le pregunta Gaby en cuanto Lina llega a él.
—Sí — asiente y le entiende la mano—. Dame tu Desert Eagle —le pide, moviendo los dedos para que le extienda el arma.
—No —Se niega, y de manera automática cambia su semblante; no sé si fue por como ella lo miró o por qué, no sabría decirlo, ya que me encontraba detrás—. No la tengo.
—No me mientas, siempre la tienes encima... Dámela —le ordena agitando los dedos otra vez. Él saca el arma de su espalda, y con un suspiro sonoro se la tiende—. Gracias —le dice, y se encamina a la salida.