Capítulo 113-Lina

—Despierta Lilith —Escucho a lo lejos. Odio que me llamen así; al escuchar ese nombre me da escalofrío y asco—. ¡¡Despierta!! —Oigo más fuerte, y siento una quemazón en mi rostro. Con lentitud abro los ojos y parpadeo varias veces, todo está muy oscuro; los vuelvo a cerrar y trato de recordar qué fue lo que pasó y dónde estoy; Entonces, todo vuelve a mí como un torbellino. ¡¡Dany!!, grito en mi cabeza. Dany me secuestró—. ¡¡Despierta de una maldita vez!! —grita de nuevo y vuelvo a sentir la quemazón en mi rostro, pero del otro lado; Entonces, me doy cuenta de que me golpea para que despierte.

Trato otra vez de abrir los ojos a pesar del ardor en mis párpados y la quemazón de mis mejillas, e intento moverme; muevo mis manos, pero solo logro que un profundo dolor estalle en mis muñecas, trato de mover mis piernas y es absolutamente inútil; El muy imbécil me tiene inmovilizada. Tomo aire, y esta vez abro los ojos aguantando el dolor.

—Muy bien, así es, mi amor —Lo busco con la mirada y lo veo a mi derecha, con una sonrisa lasciva—. Eso es, Lilith —susurra acariciando mi frente—. Te extrañé —Me besa la frente y corro mi cabeza para el lado contrario de él. No quiero verlo, no quiero que me toque, siento mucho asco al tenerlo tan cerca de mí—. Mírame, Lina —vocifera, agarrándome fuerte del mentón y direccionándolo hacia su rostro—. Dije que me miraras, ¡carajo! —gruñe, apretándome con más fuerza—. No vuelvas a darme vuelta la cara, ¿entendiste? —Aprieta los dientes—. ¿Entendiste? —repite, elevando la voz y zamarreando mi rostro. Asiento en silencio, mirándolo con odio y asco—. Quiero escucharte decirlo —Ladea la cabeza, esperando a que hable.

—Sí —murmuro con dientes apretados.

—Cómo extrañaba tu voz —entona a centímetros de mi boca—. No me mires así, sé que pronto volverás a ser la de antes —Me besa y muerde mi labio inferior, haciendo que sangrara, puedo sentir el sabor metálico en mi boca, e instintivamente cae una lágrima por mi sien—. ¿Estás llorando? ¿Eso es parte de la nueva Lina? —habla con socarronería, limpiando con su pulgar mi lágrima—. Creo que me va a gustar más esta nueva Lina —Besa mi frente y venta de la habitación.

Empiezo a removerme, tratando de encontrar algún modo de poder soltarme; Después de unos veinte minutos, y de lastimarme más las muñecas y los tobillos, decidí abandonar. Tiro mi cabeza hacia atrás, vuelvo a cerrar los ojos e imagino la carita de mi hija y la de Alex. Recuerdo lo mal que lo traté, las cosas que le dije, todo por una estúpida boda; hoy lo necesito a mi lado, lo quiero conmigo. ¿Por qué tuve que ser tan estúpida? Es verdad lo que dicen: no te das cuenta de lo que tienes, hasta que lo pierdes. No, Lina, no pienses así, no lo perdiste; Esto todavía no terminó, no puede terminar así, no voy a permitir que termine así, no es justo para él, no es justo para mí, no es justo para ninguno de nosotros.

Abro de nuevo los ojos y busca a mi alrededor alguna salida, algún indicio que me haga saber dónde m****a estoy, qué es este lugar. Me remuevo otra vez; Después de intentar inútilmente, el cansancio se hace presente, de a poco la oscuridad se apodera de mí y queda exhausta y dormida.

No sé cuánto tiempo dormí, en este lugar solo hay penumbras; no sé si es de día o de noche, ni cuánto tiempo hace que estoy aquí. No sé nada. Miro a mi alrededor, buscando algo que me indique aunque sea la hora; pero es inútil, no hay ni una puta ventana, solo este camastro de acero en el que estoy y una silla al lado de este.

En ese momento la puerta se abre y aparece Dany, sonriente y arrastrando un carrito. Se acerca y lo deja al lado derecho de donde estoy. Me mira, me observa, ladea la cabeza y noto que está pensando algo, sé que así es, lo conozco lo suficiente como para saberlo.

Lo observa por el rabillo del ojo y veo que arriba del carrito hay una bandeja con comida y un vaso de agua. No me había dado cuenta de lo sentada que estaba, hasta que vi el vaso. Él agarra la bandeja y se sienta en la silla, al lado del camastro.

Me acerca a la boca una cuchara con sopa, pero yo no la abro; No quiero nada que venga de él.

—Tienes que comer —indica, sosteniendo la cuchara cerca de mi boca—. Vamos, ven —Yo solo niego con la cabeza. Deja la cuchara dentro del plato de sopa y se levanta—. No es bueno que no comas; lo sabes, ¿verdad? —No sé por qué me habla de esa manera tan suave, pero me hace mantener todos mis sentidos alertas.

— ¿Dónde estoy? —Mi voz suena ronca y áspera, casi no la reconozco.

—Lejos de Buenos Aires —responde, y cierra los ojos. ¿Qué tan lejos estamos? No puede ser que hayamos regresado a Nueva York.

—¿Dónde? —repito.

—No estás en posición de hacer preguntas —Evade, sonriendo.

—Suéltame —le ordeno.

Él se carcajea, con una risa extremadamente lunática y demencial que hace temblar todo mi cuerpo.

—Mucho menos estás en posición de mandar. Veo que no has cambiado mucho, todavía sigues dando órdenes —Niega con la cabeza.

—Suéltame, o voy a... 

—¿Vas a qué? Todavía no lo entiendes, ¿verdad? —Ladea la cabeza y se acerca a mí—. Eres mía, y el que da órdenes aquí, soy yo —Agarra con fuerza mi pelo, tirando de él, y puedo sentir como desgarra mi cuero cabeza—. Ahora vas a comer —Se aleja y vuelve a tomar la cuchara con sopa, me la acerca a la boca y yo giro la cabeza—. Bien —dice, y de un manotazo tira la bandeja de comida del carrito—. ¡No quieres comer, no lo hagas! —grita.

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