Capítulo 114-Lina

Sale de la habitación, dando un portazo detrás de sí. Escucho que le habla a alguien, de mal modo, y luego se aleja. La puerta se abre de nuevo, pero esta vez no es Dany quien entra, sino un hombre al que no conozco. Su aspecto es aterrador, tiene la cabeza rapada, tatuajes en los brazos y el cuello, y una horrible cicatriz en una de las mejillas; Es mucho más alto y ancho que Dany. Camina hacia mí con pasos lentos y pausados, con la cabeza hacia un costado, escrutándome; Es realmente horrorosa la forma en que me mira, como si fuese un psicótico.

—Dany me dijo que no quieres comer —Me mira por unos segundos y vuelve a hablar—. ¿Es verdad? —pregunta, sabiendo la respuesta; solo está jugando conmigo—. Verás, me ordenó que te castigara por tu impertinencia —Ante su advertencia, comienzo a tirar de nuevo de mis muñecas; el hombre chasquea la lengua—. No hagas eso.

Se para a un lado y con una de sus manos me acomoda un mechón de cabello que estaba en mi frente, pegado por el sudor frío que está recorriendo todo mi cuerpo desde que desperté.

—No me toques —le advierto con los dientes apretados.

—Voy a hacer más que eso, preciosa —asegura lascivamente, y empiezo a removerme otra vez.

Se gira al carrito que Dany dejó a un lado de la cama, y ​​del compartimiento de abajo, saca una bandeja plateada; No distingo bien, pero por lo que puedo llegar a notar, y espero estar equivocándome, está lleno de bisturíes y jeringas. Se da vuelta con un bisturí en una mano, apoyando la punta filosa de este en el dedo índice de su otra mano y haciendo girar sobre sí mismo, me mira de arriba abajo, observa con detenimiento cada centímetro de mi cuerpo, empieza a tararear una canción antes de apoyar el bisturí en mi rostro.

Aprieto los dientes, para no llorar, pero es inútil; Mis lágrimas empiezan a caer a borbotones, nublándome la vista.

—No te preocupes —esboza, moviendo la maldita cosa por mi mejilla—. Dany me dijo que no toque tu bonita cara —Quita el bisturí de mi mejilla, para luego pasar su lengua. Mi cuerpo tiembla de repulsión y rabia.

—Voy a matarte —escupo, logrando con eso que se ría tirando su cabeza hacia atrás.

—Lo dudo, muñeca —Sin previo aviso, da un corte en la parte interna de mi brazo. Grito por el horrendo dolor, no quiero gritar; no quería darle el gusto, pero el dolor y el ardor son insostenibles, además no lo esperaba—. ¡¡Sin arenillas!! —ordena y vuelve a cortar, pero esta vez en mi estómago. Ningún grito; aprieto los dientes, mis lágrimas caen, no las puedo detener, pero no grito—. ¿Vas a venir? —pregunta y no le respondo, ni siquiera lo miro; a causa de eso me gano una cortada más en mi muslo—. ¡¡Concursa!! —exige gritando.

—No —respondo con un hilo de voz, por el dolor.

El hombre se dirige hacia el otro lado del camastro, negando con la cabeza y sonriendo; al muy hijo de puta le divierte esto. Al llegar, se agacha cerca de mi cara.

—Esa no era la respuesta que esperaba —dicho esto, me corta el otro brazo, también en la parte interna—. Voy a intentarlo de nuevo —dice, bajando con el bisturí por mi cuerpo—. ¿Vas a venir, verdad? —Lo miro tensando la mandíbula, y con todo el odio que una persona puede llegar a sentir por otra.

—Vete al infierno —bramo, haciendo fuerza en cada palabra para que entienda bien lo que le dije.

—Ya estamos ahí —Me guiña un ojo y corta mi muslo interno, y esta vez puedo sentir que el corte es más profundo.

—¡Voy a matarte! —empezó a gritar—. ¡Juro que voy a matarte! —Corta en mi estómago, con la misma profundidad que lo hizo en el muslo—. ¡Serás el primero al que mate! —grito como una posesa, y él sigue cortando, ahora en medio de mi pecho, cortando también mi blusa—. ¡Vas a suplicar, hijo de puta! —No puedo dejar de gritar, será la impotencia, el dolor que me proporciona cada corte, al notar que cada vez son más profundos, la ira... no sé qué es lo que hace que no deje de gritar, y jurarle que voy a matarlo. De todas formas, eso no lo detiene; al contrario, sigue cortando y disfrutando. Quiero callarme, para ver si así deja de lastimarme, pero me es imposible—. Voy a matarte, y lo voy a disfrutar. ¡Pedazo de m****a! —El hombre corta alrededor de mi ombligo; Sigue el círculo de este, haciendo otro a su alrededor. Esta vez grito, pero no amenazándolo, grito del dolor y lloro; empiezo a llorar de verdad, no solo caen las lágrimas, también sale un sollozo de mí. El desgraciado sigue cortando y riendo; ya no aguanto más, todo me da vueltas, creo que voy a desmayarme, no quiero hacerlo, tengo miedo de lo que me puede llegar a hacer si me desmayo.

Luché, pero de todas formas, acabé perdiendo la conciencia. 

 

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