—Joven — brama ese idiota con su tono serio.
—¿Aquí vives? — pregunté viendo a mi muñeca, ella frunce el ceño bufando.
—Si — respondió seca, sus ojos verdes se fijan en el otro hombre — Señor Harper acompañeme.
Aprieto mi mandíbula sin moverme de mi lugar. Mi rostro gélido va dirigido al imbécil que camina hacia la casa.
—Adiós — dice dándose la vuelta para irse pero atrapó su brazo deteniéndola — ¿Que más me vas a robar?
—¿Quién es ese?
—¿Por qué te lo tengo que informar? — ataca con su tono enojada — Vete, no te conozco y ni siquiera tengo que hablar contigo.
—Podemos conocernos — decreté ofreciéndome.
—No quiero — intenta zafarse pero eso no le funciona — Suéltame.
—¿Tu hermano dónde está? — pregunté de nuevo.
Alguien tiene que estar con ella que no sea solo ese idiota. Ella mordió sus labios y me miró sin soportar mis preguntas.
—No está.
Mierda.
—Entonces déjame acompañarte — pedí intentando ocultar mi desespero.
—¿No tienes que irte a otro sitio? — me mira de arriba