Roxanne Meyers
Los gemelos me llevaron a una mansión, y al verla sentí un vacío en el pecho. Me dolía, porque eso rememoraba las veces que había tenido que huir junto a Salvatore de nuestros antiguos hogares. Era como si una cadena volviera a cerrarse. Suspiré amargamente. No quería eso para mi vida, mucho menos para la de Hope.
Tan solo ver a mi pequeña hija, era como si mi vida se hubiera diseñado única y exclusivamente para cuidar de ese ser tan pequeñito que conmovía mi corazón: esa pequeña niña de ojos grises y cabello oscuro, justo como el de su padre. Era la dueña de todos mis pensamientos y cada uno de mis pasos.
—Señorita Roxanne, póngase cómoda. Mañana temprano iremos al hospital para visitar al señor Gianluca —dijo Zane. Él era un poco más calmado que Kane y me trataba con más delicadeza. Por lo menos eso me daba algo de alivio en medio de todo lo que sentía.
Simplemente asentí con la cabeza, miré a mi alrededor y noté lo diferente que era todo en comparación con la antigua