—¡Carajos! — gritó Damián perdiendo los estribos, y golpeando a su vez el escritorio con la palma de la mano. —¡Siéntate y escúchame! — le ordenó sulfurado. —No soy tu perro para que me des órdenes, — replicó Aylin, usando el mismo tono que él. Damián, que es conocido por su impaciencia y aburrimiento, respiró profundamente. —¿De qué va ese trato? —, inquirió con cierta desconfianza. Entrecerrando los ojos, con mirada tan aguda que Damián podía notar su sospecha. —Lo que quiero es: que finjas ser mi amante y madre de mi hijo. ¿Por qué un hombre millonario y atractivo pide a una mujer fingir ser su amante? ¿Por qué una mujer como Ailyn profesional y segura de sí misma quiere aceptar? ¿De qué es capaz una madre por defender a su hijo? Acompáñame a descubrirlo.
Leer más📞 ¡¿Cómo rayos pudo suceder eso?! —, exclamó Damián, apretando el teléfono entre su mano, con ganas de estamparlo en la pared más cercana.
📞 Sí, señor, como le he dicho, la madre de su hijo ha abandonado la clínica estando en labor de parto—, repitió el doctor al otro lado de la línea y Damián se pasó la mano por su cabellera con exasperación. Mientras que su esposa, estando a su lado, le tocó con suavidad el brazo derecho, para que se calmara.
📞 Pensé que su clínica era la mejor, pero ya veo la poca seguridad que tienen—, bramó Damián, desbordando su frustración en el médico, quien, al otro lado, apretó los puños y se mordió la lengua para no defenderse con palabras, y cuando se preparaba para recibir más insultos, él colgó la llamada.
—¡Esa mujer nos piensa estafar!, pero no podrá hacerlo. No se lo voy a permitir, he pagado por su vientre y ese bebé que lleva dentro es mío—, rezongó Damián, ventilando la rabia a través de sus palabras.
—Amado mío, la encontraremos. Ella debe tener alguna explicación para haber puesto a nuestro bebé en peligro.
Su esposa, a pesar de no tener ningún vínculo con el bebé, ya lo consideraba suyo. Como ella no puede engendrar, por amor a su esposo permitió que otra mujer fuera inseminada.
Sin perder tiempo en lamentaciones, Damián se dirigió a la cochera, y se montó en su BMW de última generación. Cuando estaba listo para poner en marcha el vehículo sintió un peso adicional en el asiento del copiloto.
—¿Qué se supone que haces? —, le preguntó a su esposa con voz marcada por la incomodidad y la sorpresa.
—Te acompañaré—, le contestó serena y decidida.
Damián quería objetar, decirle que se bajara, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Había una urgencia en su mirada, un deseo de encontrar a la mujer que tenía a su bebé.
Empezaron a avanzar por la carretera, y el asfalto parecía deslizarse debajo de ellos. De repente, Damián notó algo en su espejo retrovisor.
Varios hombres en motocicletas los seguían, avanzando rápidamente hacia ellos y antes de que pudiera reaccionar, una furgoneta se atravesó en su camino, con agilidad pisó el freno, y el coche chirrió y se culeó, estremeciéndose violentamente.
Su esposa asustada salió del auto, y fue atacada de inmediato por los sicarios. Y él vio cómo caía al suelo, agarrándose el costado.
Olvidándose de todo, él salió corriendo hacia ella, pero uno de los sicarios se le adelantó y sintió un dolor agudo en la zona lumbar, luego otro golpe, y finalmente cayó contra el asfalto, apenas defendiéndose.
Intentó alcanzar a su esposa, extendió la mano hacia ella, pero su fuerza se estaba agotando.
Las figuras a su alrededor empezaron a desdibujarse, y la voz de su esposa se convirtió en un eco lejano e intentó agarrar su mano, pero no pudo, puesto que la oscuridad se cerró sobre él.
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En el hospital.
Damián despertó lentamente, sintiendo la pesadez en su cuerpo y la neblina en su mente. Su conciencia volvía poco a poco mientras se encontraba acostado en una habitación de hospital. Su visión estaba borrosa y su cuerpo se sentía adormecido por los efectos de la cirugía a la que había sido sometido.
Mientras trataba de enfocar su mirada, notó la figura de su suegra sentada en una silla junto a su cama. Su rostro mostraba signos de cansancio y preocupación, e intentó hablar, pero su garganta estaba seca y apenas pudo emitir un susurro.
—¿Y mi esposa, ella está bien? —, preguntó con voz débil, esperando escuchar noticias reconfortantes, sin embargo, en lugar de una respuesta, su suegra rompió a llorar desconsoladamente. Las lágrimas inundaron sus ojos y sus sollozos llenaron la habitación.
Damián sintió un nudo en el estómago mientras la desesperación se apoderaba de él. Gritó con todas sus fuerzas, angustiado y temiendo lo peor.
—¡Dígame que está bien!
Pero la mujer, entre sollozos, negó con la cabeza y apenas pudo articular palabras.
—Damián, mi hija… mi hija falleció —, le dijo con voz quebrada. —Los médicos no pudieron salvarla.
Esas palabras retumbaron en los oídos de Damián, como un golpe devastador que lo dejó sin aliento y la realidad se estrelló contra él con una fuerza abrumadora.
—No, no… No, eso no es verdad —, balbuceó, incapaz de aceptar lo que acababa de escuchar.
—¡¡Mi esposa está viva, quiero verla!!—, gritó descontrolado, sintiendo cómo el dolor y la incredulidad se convertían en ira y desesperación.
Trató de incorporarse en la cama, desesperado por encontrar a su esposa y negarse a aceptar la verdad, pero los médicos y las enfermeras que entraron rápidamente en la habitación le administraron un sedante que lo dejó aturdido y lo obligó a volver a recostarse en la cama. La droga lo envolvió en una sensación de adormecimiento físico y emocional.
Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, Damián se enfrentó a la devastadora realidad de haber perdido a su esposa.
Su mundo se derrumbó a su alrededor mientras luchaba por comprender y asimilar la noticia, el dolor y la tristeza se apoderaron de él, sumiéndolo en una profunda oscuridad de la que no sabía cómo salir.
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Han pasado varios meses desde la trágica pérdida de su esposa, y Damián se ha sumido en un oscuro abismo de dolor, culpa y lamentación.
Se ha encerrado en su propio mundo, alejándose de todo y de todos. Cada día se enfrenta a una batalla interna, luchando contra la tristeza que lo consume y la sensación de vacío que lo rodea.
Después de una terapia intensiva y un arduo trabajo, había logrado recuperar parte de su movilidad. Camina con cierta dificultad, pero la frustración lo embargaba al darse cuenta de que nunca volverá a ser el mismo, puesto que la pérdida de su amada lo ha transformado en una persona amargada, e incapaz de encontrar la alegría en las pequeñas cosas de la vida.
Encontrándose en una consulta médica el doctor le explicaba cuáles eran los resultados del último examen que se le ha realizado.
—Señor Zadoglu, como le he diagnosticado antes, usted tiene una lesión en la médula espinal—, le informó el médico con seriedad. —Esto puede provocar dolor crónico y dificultades en varias áreas de su cuerpo.
—No hay necesidad de explicarme cuán doloroso es—, respondió Damián con ironía y frustración.
El médico, el cual se ha acostumbrado a la actitud cortante de Damián, solo se hizo de oídos sordos.
—Podrías experimentar una marcha inestable, dificultad para realizar movimientos finos o problemas para mantener el equilibrio en situaciones específicas. Además, existe la posibilidad de que enfrentes disfunción eréctil.
Damián soltó un bufido porque en ese momento lo que menos le importaba era su masculinidad, está tan deshecho que no piensa volver a interesarse jamás en una mujer, debido a que piensa que junto a su esposa murió la esperanza de volver a amar o a experimentar la necesidad de poseer a alguien.
—Dígame que al menos dejaré de sentir este dolor tan incómodo.
—Hay una opción para mejorar su situación, señor Damián. Podríamos hacer otra cirugía, sin embargo, debo ser sincero con usted, existe un riesgo significativo.
—¡No se ande con rodeos y dígame de una vez y por todas! —, exigió histérico.
—Hay un 40% de posibilidades de que te quedes paralítico después de la cirugía—, reveló esperando la reacción de Damián.
El silencio hizo un eco en la habitación mientras Damián procesaba la información y las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos una vez más, mezclándose con la ira y la tristeza que ya lo consumen, viéndose atrapado en un laberinto sin salida.
«¿Vale la pena arriesgarlo todo por la esperanza de recuperar una parte de mi antigua vida?», se preguntó a sí mismo, antes de reír con amargura.
—¡Qué más da! ¡Mi vida está arruinada!
Un año y cuatro meses más tarde, en el salón principal de la mansión, Damián se encontraba tumbado sobre una cómoda alfombra de colores vibrantes y textura suave que acariciaba su espalda mientras sostenía a su pequeña rubia de 6 meses en sus brazos. Una sonrisa radiante iluminaba su rostro, sintiéndose más feliz que un pirata después de haber encontrado un gran tesoro.La bebé, con sus ojos avellanas curiosos y brillantes, estaba absorta en el universo de colores que la rodeaba. Damián dejó que sus dedos tocaran suavemente los piececitos de su bebé, haciéndole cosquillas mientras ella se retorcía de alegría, agitando sus pies al aire y riendo de manera contagiosa.Después de unos momentos, dejó descansar a la bebé, pero ella quería seguir jugando. Con torpeza, tomó un juguete y lo golpeó accidentalmente en el rostro, lo que la hizo carcajearse. —Definitivamente, eres igual que tu madre, pequeña gatita—, dijo Damián. La bebé, con sus mejillas regordetas y rosadas, se inclinó hacia él
Kevin estaba sentado en su oficina, con la mirada fija en el ordenador, cuando unos suaves golpes en la puerta lo hicieron salir de su trance laboral. Alzó la cabeza y se encontró con Aylin, quien entró sonriendo. —Hola, Kevin —dijo ella.Frunció ligeramente el ceño, desconcertado, y parpadeó incrédulo al verla sonreír, ya que su semblante siempre mostraba tristeza y parecía desanimada, además de hablar muy poco. Pero eso ahora parecía ser cosa del pasado.—Aylin, si vienes a interrogarme para saber dónde está Damián, te aseguro que no tengo idea —aseveró él con voz pesada y cansada, anticipándose a un posible interrogatorio.Aylin negó con la cabeza.—No, no vengo a interrogarte por eso. Quiero que me acompañes a tomar algo —le propuso, haciendo que él la mirara con incredulidad.—¿A tomar algo? ¿Damián sabe de esto? —inquirió con escepticismo.—No, a menos que tú se lo digas. Además, no importa. Él abandonó nuestro hogar, así que ha perdido sus derechos de esposo sobre mí.—Lo sien
El tiempo no parecía avanzar. Los días transcurrían con la lentitud de un caracol, los minutos se alargaban como horas, y cada segundo era una eternidad. Aylin llevaba veinte días dedicada casi por completo al cuidado de su marido. Su vida había cambiado radicalmente desde que fue atacado, y aunque la cirugía salió bien, Damián parecía disgustado, manteniéndose frío y en silencio.Ella no lo fastidiaba con preguntas, ya que claramente sentía que él necesitaba asimilar el enfrentamiento que tuvo con Darío. Estaba tan absorta que apenas había visitado la mansión. La clínica se había convertido en su hogar, su refugio, un lugar donde podía estar cerca de Damián, cuidarlo, amarlo y verlo luchar por su vida. Había dado prioridad a su papel de esposa y cuidadora por encima de su profesión como doctora. Lo alimentaba, lo ayudaba a moverse, a ducharse, a vestirse. Todo lo hacía ella.Ese día, había decidido tomar un breve descanso. Necesitaba un poco de tiempo para ella, un baño caliente para
—¡Baja esa pistola! Sabes que si disparas, no saldrás vivo de aquí—, le sugirió Damián con calma fingida. Sin embargo, Darío, completamente desquiciado, negó con la cabeza. —¡Me da igual! —, le contestó, dejando estupefacto a Tadeo, quien lo miró con expresión desconcertada. —¿Qué? —, exclamó Tadeo, totalmente asombrado.—Me prometiste que estarías conmigo hasta la muerte—, la voz de Darío temblaba de rabia y resentimiento mientras seguía hablando, —espero que cumplas esa promesa porque nuestras vidas ya son un desastre. Luego, se volvió hacia Damián con la mirada llena de rencor. —¡Te odio! Siempre fuiste el mejor en todo, incluso desde el momento en que naciste. Me robaste el amor que nuestros padres deberían haberme dado. Lo único que quería cuando intenté quitarte la fortuna era compensar la miseria que viví bajo tu sombra. Papá siempre nos comparaba. Cuando te convertiste en el poderoso Damián Zadoglu, me celebró en la cara lo orgulloso que estaba de ti, mientras que a mí nun
En ese mismo jacuzzi, fueron distintas las posiciones que tomaron y los orgasmos que tuvieron. En el último encuentro, la expresión de gozo de Aylin era un perfecto cuadro. Agachada a gatas, Damián se impulsaba dentro y fuera, mientras el agua chapaleaba y cuando comenzó a moverse con rapidez, ella lo ayudó, ajustándose con precisión a su ritmo. De pronto, él gimió. Su cuerpo se sacudió violentamente y su semen brotó de manera interminable.Habían estado disfrutando de su luna de miel durante casi un mes, recorriendo diferentes países y creando recuerdos inolvidables juntos. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Aylin comenzaba a extrañar mucho a sus hijos. Hablar con ellos por teléfono ya no era suficiente; anhelaba abrazarlos, especialmente a Chris. Extrañaba su aroma, ya que nunca antes había estado separada de él durante tanto tiempo.En ese momento, se encontraban navegando por los canales de Venecia en un hermoso bote. Aylin estaba completamente abrigada, ya que el frío
Le sentenció juguetona, mientras lo señalaba con su dedo acusatorio.— En mi defensa diré, que estabas muy salvaje, y gemías tan fuerte que hasta el piloto en la cabina te pudo escuchar—. Con su acostumbrado gesto se encogió de hombros. — Tengo testigos.—Solo alguien tan poco romántico como tú podría hacerle esto a una mujer —. Fingió estar molesta, pero en realidad estaba maravillada. Se levantó de la cama como una niña hiperactiva y se miró en el espejo. Llevaba puesta la camisa blanca que Damián había usado antes y, al mirar en un mueble, vio su vestido de novia y los accesorios. Caminó con entusiasmo por el suelo de madera, observando cada detalle de la hermosa cabaña en la que se encontraban. Cuando dirigió la mirada hacia el frente, jadeó impactada al ver a través de los grandes ventanales de cristal la impresionante vista al mar.—Por el amor de Dios, ¡qué paraíso tan hermoso! —exclamó, asombrada.Él sonrió satisfecho por su reacción. Se acercó a ella y, con suavidad y lenti
Último capítulo