Cuando su ex le dice que peleará la custodia de su hijo, Clarissa se encuentra entre la espada y la pared. Ella, una escritora fracasada y solterona; su ex, un excelente abogado con la esposa perfecta. Clarissa decide entonces combatir fuego con fuego y en los anuncios del periódico de su ciudad escribe "Madre soltera busca marido" y a su vida llega el misterioso y arrogante Emanuel Aldenar que acepta el trato para convertirse en su esposo falso. Huyendo de todo lo que lo persigue, Emanuel decide esconderse de la mejor manera, ¿Quién lo buscaría como padre y esposo en un barrio bajo de la ciudad? su plan: seguirle la corriente a Clarissa mientras logra recuperar toda su fortuna, Su obstáculo: las caderas perfectas de la muchacha que lo llevarán a un abismo sin fin. ¿Será capaz Clarissa de ganar la custodia de su hijo sin que sus sentimientos por Emanuel interfieran? ¿o los secretos que guarda el hombre los consumirán a todos, incluso a su amor?
Leer más—¡No vas a quitarme a mi hijo!
Clarissa gritó con rabia y golpeó la mesa con tanta fuerza que derribó el vaso con agua y éste rodó por el suelo hasta que se rompió.
Ella lo miró con los ojos inyectados de rabia.
—Nunca has estado con él, nunca ha parecido importarte, apenas y te has limitado a pagar su escuela y eso porque cada mes yo te llamo hasta el cansancio.
Las personas que estaban en el restaurante comenzaron a estirar los cuellos para observar la penosa situación de la mesa de al lado.
—No te pongas así, cálmate — dijo Xavier.
Tenía el cabello tan perfectamente peinado hacia atrás que parecía lamido por una vaca.
—¡No me digas que me calme! —Clarissa gritó, sacudió la mesa y la sopa se regó en el fino mantel —¿me dices que me vas a quitar a mi hijo y quieres que me calme?
Xavier se ajustó el caro traje, tenía la cara roja por el bochornoso escándalo en que Clarissa los estaba metiendo.
—Él va a estar mejor conmigo —le dijo el hombre —tengo el dinero para mantenerlo bien y una esposa que lo ama, y tu…
Se detuvo en cuanto notó que la cara de Clarissa enrojeció.
Las orejas se le pusieron como el color de una rosa y se inclinó sobre la mesa, con las manos sobre la madera y lo miró con sus ojos verdes brillantes.
—Dilo.
Lo retó ella y Xavier tragó saliva primero, pero no se dejó amedrentar de su exnovia.
—Eres una escritora fracasada que tiene diez lectores y que apenas consigue para el gato de no ser por que vende relatos eróticos y sucios a gente desconocida y puerca.
Clarissa explotó.
Gritó con fuerza y agarró el mantel.
Luego tiró de él con tanta fuerza y rapidez que las cosas que había encima apenas se movieron, como un truco de magia barato.
—Tu nunca te interesaste realmente en Maxwell hasta que a tu perfecta esposa le dijeron que no podía embarazarse —le dijo ella, gotitas de saliva se escaparon de su boca, estaba gritando de nuevo —desde ese momento noté como querías pasar más tiempo con él, y ahora esto.
Sacudió el papel que él le había entregado donde le informaba que comenzaba un pleito legal por la custodia de su hijo.
—Tú sabes que yo lo amo —le habló Xavier con fuerza y Clarissa negó.
—No, tu solo lo quieres como a un perrito —le dijo ella bajando la voz y en tono dolido.
—Te lo llevas un fin de semana y eres feliz con él porque eso te hace sentir un buen padre, pero he sido yo la que he estado con él todo el tiempo, la que le he curado cada fiebre, la que ha tenido que ayudarle a superar que los demás niños que no son capaz de entenderlo.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Por eso debe estar conmigo —Clarissa negó de nuevo—. Tu solo le darás dinero, eso lo convertirá en un niño pobre.
Tomó su bolsa y trató de irse, pero Xavier se lo impidió.
—Yo tengo todas las de ganar, tengo una esposa perfecta y dinero para mantenerlo, la jueza estará de mi lado.
Clarissa se soltó con rabia y lo miró a la atractiva cara.
«¿Cómo pude haber amado una vez este animal? »
Se preguntó.
—Ya lo veremos.
Salió del restaurante y caminó hasta el parque que quedaba cerca del colegio de su hijo.
Se sentó en una banca donde el sol le calentó el rubio cabello, y lloró un rato ahí.
Hasta que un vagabundo de olor fuerte se sentó a su lado y tuvo que tomar un periódico que alguien había dejado en la banca y ahuyentó el olor.
Observó el periódico, y notó un anuncio peculiar.
“Por un módico precio haga sus anuncios personalizados”
Clarissa sonrió con malicia.
Le escribió un correo al periódico desde el celular para un anuncio personalizado, y en cuanto llegó a la casilla del anuncio respiró profundo.
Eso lo vería toda la ciudad, así que tendría que ser anónimo.
—¿Así que tienes una esposa perfecta, Xavier? —dijo —pues yo también tendré un esposo perfecto.
Ella escribió para el anuncio: “Madre soltera busca marido”
Un día después, Emilio paseaba por la calle a la luz del sol cuando su celular sonó.
Era el que había comprado nuevo y solo una persona tenía su número así que contestó.
—Amigo mío —dijo con aprehensión —¿Cómo está todo?
—Muy mal, tu hermano se tomó la presidencia de la empresa, y sí se descubrieron varios desfalcos.
—¿Y me culpan a mí? —Preguntó con rabia.
—Claro que sí, tú eres el presidente, bueno, lo eras hasta hoy.
Emilio se giró hasta un puesto pequeño de periódicos y se agarró de un barandal.
Su padre apenas llevaba una semana muerto y su hermano menor ya le había robado el puesto y lo estaba acusando de ladrón
—La policía ya envió tu orden de captura y tu hermano… A él no le conviene que te atrapen con vida, no puedes salir de la ciudad, estás acorralado.
—Lo sé, él me matará como mató a mi padre, pero lo voy a vengar.
—No te apresures, Emilio, escondete mientras las cosas se calman un poco, busca un lugar donde la policía no te encuentre ni tu hermano tampoco.
Emilio levantó la vista hacia un anuncio de uno de los periódico que tenía en frente y leyó:
“Madre soltera busca marido”
Le pareció curioso así que siguió leyendo “Si eres capaz de fingir un matrimonio falso, comunicate a este número”
—No te preocupes, amigo, sé perfectamente dónde esconderme.
Ana sintió el frío metal del arma contra su cien y el cuerpo se le llenó de adrenalina. Frente a ella Maxwell estaba sangrando de un hombro y le apuntaba, pero Albán estaba tras ella, era imposible que pudiera apuntarle. — Si no es para mí no es para nadie — repitió el policía y Ana cerró los ojos, ¿Así sería el fin de su vida? Muerta por el hombre que creyó haber amado alguna vez frene al hombre que sí amaba en realidad. Abrió los ojos, todo parecía estar sucediendo en cámara lenta y cundo vio en la expresión de Maxwell ese terror mesclado con miedo y rabia se sintió terriblemente culpable, ella le había traído dolor a su vida y no se perdonaría por eso. — Lo siento — le dijo Ana al científico, sonó a una despedida por siempre y él negó con la cabeza — lamento haberte traído dolor a tu vida. — No digas eso, Ana, tu no trajiste dolor a mi vida, todo lo contrario, me diste una razón más para querer vivir — los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, no podía terminar así. — ¡Ya cállen
Maxwell apretó con fuerza la herida en la pierna de su hermano y Ernesto lanzó un quejido fuerte. — Debo parar la hemorragia — le dijo él, aunque lo cierto era que no tenía tanta y al parecer la bala no había hecho mucho daño, pero apretó con fuerza — ¿Cómo se te ocurrió hacer eso? ¿Estás loco? — pero Eduardo lo miró desafiante. — Ana me convenció, parecía muy segura de saber lo que hacía, me dijo que conocía a ese hombre y que logaría escapar — Maxwell miró a su tío Johan que estaba de pie muy serio a su lado, tenía el entrecejo apretado y se lograban ver un par de arrugas alrededor de sus ojos — Maxwell mirarme — le pidió su hermano y cuando el científico lo miró el joven tenía los ojos brillosos — ¿Acaso no crees que era más importante traer a Emanuel a casa? — pero Maxwell tomó le tomó uno de los brazos y lo apoyó en su propia herida. — ¿Y lo trajiste? — él no contestó — fueron unos ingenuos, tú y Ana, al pensar que ese hombre iba a hacer un trato, por lo que sabemos nunca en su
Mientras la camioneta avanzaba por las calles vacías Ana sintió que el nudo en el estómago le impedía respirar con facilidad. Las manos le sudaban y las piernas le temblaban, y el ambiente tenso dentro el auto no hacían más que complicar su inestable cordura. — Lo siento — dijo Ernesto después de un rato y Ana negó con la cabeza. — No es momento — le dijo, pero el muchacho negó tambien. — Creo que es el momento, lo que piensas hacer es una locura. — Es lo que tengo que hacer, no permitiré que Albán le toque un solo pelo a Emanuel — Ernesto se quedó callado otro rato. — Yo no sabía, ese hombre me manipuló, pensé que eras una trepadora oportunista, eso me hizo creer él, y ahora te estoy ayudando a entregarte, esto solo hará que Maxwell me odie más. — Max no te odia… — ¿No? ¿y todo lo que me dijo esa vez que peleamos? — Ana se quedó pensando un momento. — Entiendo tu miedo a que él caiga de nuevo una es depresión como la última vez, pero tambien lo entiendo a él, te fuiste de casa
Ana esperó a que cayera la noche, se abrazó al cuerpo de Maxwell con fuerza mientras el hombre esperaba al lado del teléfono una llamada que Ana sabía no iba a llegar.— Franco llegará mañana en la tarde, hay que esperar hasta ese momento — dijo Luis que estaba sentado con su esposo justo en frente. Durante todo el día los tres hombres intentaron poner la denuncia del secuestro de Emanuel, pero siempre era el mismo resultado. Lo más lejos que llegaron fue que en una ocasión la operadora fingió tomar la denuncia, las demás solamente cortaban la llamada.— Es increíble que tenga tanto poder — murmuró Johan y Ana negó.— Albán no tiene poder, poder tienen los políticos con los que trabaja, él solo es un lame suelas — Maxwell estaba muy silencioso y Ana le apretó la mano — me iré a la cama — le dijo — necesito descansar para pensar con claridad — Maxwell la miró con nostalgia, ella sabía que el hombre quería que se quedara a su lado, pero ella no podía hacer eso.Le dio un muy fuerte ab
Ana sintió que estaba cayendo en un vacío, como si la hubieran empujado por el borde de un edificio y estuviera a punto de chocar contra el suelo. La cara muy pálida de Maxwell cuando abrió la puerta y el rostro golpeado de Johan de inmediato le dieron el peor de los presentimientos.Cuando el rubio le contó lo sucedido la embargó una rabia tan grande que golpeó con el puño y cuando le sangraron los nudillos Maxwell la agarró desde atrás.— No es justo — dijo ella y volteó, el hombre la abrazó con fuerza, su corazón latía desbocado como el de un caballo al galope — Albán es un monstruo, ¿Cómo pudo hacer eso? — Maxwell la apartó para mirarla a la cara.— Él dijo que sabías donde encontrarlo, Ana, ¿Dónde está? — Ana lo pensó por un momento, pero, si el hombre no estaba en su casa no tenía la menor idea, así que negó y las lágrimas no le permitieron ver.— Lo siento, esto es mi culpa, yo lo traje a sus vidas — Maxwell la sacudió por los hombros.— ¿Cómo se te ocurre decir eso? No es tu c
La casa se había llenado de hombres, y Ana no pudo evitar sentirse incómoda. Luis y Johan habían contratado un guardaespaldas para cada uno y el de Ana era un hombre alto, de gesto huraño que parecía estar siempre de mal genio y cuando ella le ofreció limonada la rechazó decentemente. Johan estaba terminando de vestir a Emanuel, abrochándole los botones de la camisa hasta bien arriba de la garganta y el niño le pidió ayuda con una mirada a Ana que se rio. — ¿Estás seguro que irás tú? — le preguntó Ana y Johan asintió. — Es mejor que te quedes en casa, no es seguir para ti salir, yo llevo a Emanuel a la escuela para que presente la maqueta — Ana asintió, se sentó en la mesa y comprobó que el perfecto sistema solar que había hecho con el niño estuviera en perfecto estado antes de que salieran de casa. Johan empacó todo lo que Ana le entregó para que llevara, un trabajo escrito para la profesora de idiomas, otro de unas planas de caligrafía para el profesor de artes y tambien el cuade
Último capítulo