9| La esposa perfecta.

Clarissa tuvo que esperar en el mueble a que Emanuel saliera de la ducha, junto al lavadero había un baño, pero la única ducha estaba en su habitación y ella se quedó ahí sentada, con la ropa interior húmeda y se regañó a sí misma por no usar un protector intimo esa mañana.

Cuando el hombre salió tenía una toalla envuelta en la cintura y ambos evitaron mirarse a la cara, como si hubieran cometido una ofensa penosa y vergonzosa y Clarissa se metió de nuevo a la ducha.

Emanuel se había bañado con el agua bien fría y ella optó por lo mismo y no se sintió tranquila hasta que estaba de nuevo vestida y con el corazón palpitando de forma normal.

Cuando salió de su habitación secándose el cabello un olor delicioso inundaba la casa.

Emanuel estaba en la cocina y había preparado un desayuno llamativo y delicioso.

— Yo no tengo champiñones — le dijo ella y él se encogió de hombros, estaba vestido casual, con una camisa corta amarilla y unos pantalones de tela gruesa, se veía más joven y ext
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