3| Primera cita.

Clarissa abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le quedaron atascadas en el pescuezo.

Mientras tanto el hombre frente a ella seguía mirándola fijamente hasta que sonrió de lado con una arrogancia que le pareció un poco sexy. 

—Lo añadiré a la lista de las reacciones más curiosas de las mujeres cuando me conocen por primera vez —le comentó él.

Entonces Clarissa retomó de nuevo el control de su cuerpo y miró alrededor. 

Los demás hombres que estaban en el bar habían regresado paulatinamente a sus actividades. 

Ella caminó hacia la mesa de fondo donde estaba el hombre antes y se sentó con los brazos cruzados.

Observó cómo él se sentó justo en frente, con la espalda muy recta y los hombros altos. 

—Bien —dijo después de un rato ella.

El hombre apoyó las manos sobre la mesa y Clarissa no pudo evitar notar que eran grandes y parecían muy cálidas.

Se sorprendió a sí misma imaginando estirar su mano y agarrándolas.

—¿Cómo se llama? —ella preguntó y sacó un cuaderno con un lápiz. 

Él la miró a los ojos. 

—¿Vas a escribir sobre mi información? —le preguntó y ella asintió con vehemencia. 

—Claro, necesito después verificar quien es mejor para mi situación. 

—Ya te dije que me escogerás a mí.

Le comentó él con confianza y se recostó en la silla.

Luego le dedicó una sonrisa encantadora.

Aunque Clarissa estaba embelesada con el adonis que tenía en frente, sabía pensar con cabeza fría; 

Xavier también era un hombre demasiado atractivo, y le había resultado la peor relación de la historia, así que pensó que no se debía dejar llevar por el físico. 

Estiró la mano y escribió en el papel. 

—Arrogante —ella dijo en voz alta y él arrugó el entrecejo. 

—¿Desde cuándo el exceso de confianza es arrogancia? —le preguntó.

Clarissa se rio. 

—¿Desde siempre? 

—No soy arrogante, solo soy confiado en mis capacidades. 

—No se necesita de muchas capacidades para fingir ser esposo de alguien.

Él asintió con la cabeza y un par de mechones cayeron sobre su frente y de una forma sexy e inconsciente los puso de nuevo en su lugar.

—Claro que se necesitan. Hay que ser buen actor.

Clarissa escribió en su cuaderno: “Se cree gracioso” .

Pero no lo dijo en voz alta. 

—Aún no sé cómo te llamas. 

—Mi nombre es Emanuel —él se inclinó hacia ella y le comentó.

Ella lo escribió en su cuaderno. 

—¿Emanuel qué? 

Él pareció pensarlo por un momento, como si considerara que valdría la pena mencionarlo. 

— Aldenar.

—Es un apellido raro —le comentó y él sonrió de lado. 

—No más raro que buscar marido por periódico  —se cruzó de brazos.

Clarissa abrió la boca para refutar, pero luego la cerró. 

—¿A qué te dedicas?  

—Que conversación más aburrida —le comentó él y chasqueó los dedos hacia el mesero —dos cervezas. 

—Esto no es una conversación, es una entrevista de trabajo.

—Por medio millón mensuales parece un favor —él se rio.

—¿Crees que tengo dinero para pagar más? —ella apretó el lápiz. 

Él la miró con sus ojos azules como el hielo y Clarissa pensó que tenía una mirada fría y triste. 

Los ojos tenían un color muy claro y le daban a su mirada un aspecto un poco atemorizante. 

Eran de un azul muy claro, casi grises.  

—¿En qué trabajas tú? —le preguntó y Clarissa levantó el pecho. 

—Soy escritora.

—Con razón —él se dejó caer hacia atrás y se rio. 

Ella pensaba contestarle algo, pero el mesero llegó con dos enormes vasos de vidrio repletos de cerveza espumosa.

Aunque no le gustaba, tenía la garganta seca y le dio dos tragos grandes. 

—Aun no me has dicho a qué te dedicas —insistió ella y él bebió lentamente antes de contestar. 

—Soy yo el que debería hacer las preguntas, ¿Por qué buscas marido de esta forma? 

Clarissa se quedó mirando un momento la espuma de la cerveza frente a ella. 

—No es tanto marido, ese título era para llamar más la atención, más bien busco una pareja que me haga lucir, ya sabes, más estable.

Esta vez él sí la miró con una genuina curiosidad y Clarissa blanqueó los ojos, estaba claro que no le sacaría ninguna información hasta que ella le soltara algo.

Así que escribió en su libreta: “Reservado” y él la miró de reojo —es una historia larga.

Él cruzó los brazos por sobre la cabeza. 

—Tengo tiempo. 

—Tengo un hijo —comenzó ella y él no pareció muy sorprendido —mi ex novio es un muy buen abogado, Xavier Quiroz. 

—¿Xavier Quiroz es tu ex novio? —le preguntó él medio burlón y ella le preguntó con la mirada —he escuchado hablar de él, lo que tiene de buen abogado lo tiene de feo, ha ganado la mitad de sus casos gracias a su papá y la otra mitad seduciendo a las juezas con su cara.

Ella se encogió de hombros, la verdad no le importaba para nada la carrera de su ex. 

—No importa —dijo —lo que importa es que tiene una carrera próspera y está casado con una mujer “perfecta” —hizo las comillas con los dedos en el aire —y después de que les dijeron que no podían embarazarse él…

—Él te quiere quitar a tu hijo —confirmó él y ella asintió —¿y crees que buscándote un novio te sumará puntos con quien lleve el caso? 

—Tu no lo entiendes —le dijo ella y le apartó la mirada. 

—Pues explicame.

Clarissa evitó que los ojos se le llenaran de lágrimas. 

—Trabajo los fines de semana en una cafetería y en semana escribo, pero nadie me lee, no gano ni un centavo de mis novelas y solo me puedo dedicar a vender relatos eróticos en línea y con eso vivo, ¿Cómo crees que suena eso contra un abogado millonario y una esposa perfecta? —él se rascó la cabeza. 

—Creo que deberían de preguntarle al niño, ¿no? —él lo comentó solo por comentarlo, pero a Clarissa le hizo gracia que justo su hijo había dicho lo mismo. 

—Hace unos días se peleó en la escuela —le comentó ella —está en una escuela privada que paga el idiota de Xavier porque ahí estudió su padre, él y ahora quiere que su hijo tenga la misma educación, pero no es una escuela para él, allí los niños lo molestan por ser diferente y le rompió la nariz a un compañero que trató de meterle la cara en el retrete —Emilio no pudo evitar reírse y Clarissa negó —esto no es gracioso, Xavier lo utilizará para desacreditarme en el juzgado. 

—¿Por qué dices que no es una escuela para él? —le preguntó el hombre — si es privada supongo que es buena. 

Clarissa negó. 

—Maxwell es, diferente… es un niño con una inteligencia mayor al promedio, mucho, la mayoría de las veces él corrige a sus profesores o les ayuda a complementar los temas que dan en sus clases, y apenas tiene cinco. La semana pasada una maestra me llamó por que él la llamó ignorante por no conocer como funcionaban los agujeros negros.

Él rio de nuevo. 

—Parece un niño muy interesante. 

—Y quiero que se quede conmigo —dijo Clarissa con intensidad —y para eso necesito un novio que me haga parecer más estable, tal vez fingir un compromiso y hacer un video donde me pide románticamente que me case con él y que se haga viral y así quien lleve el caso piense que hacemos una familia tierna y funcional y me deje a mi hijo.

Emilio tomó un largo trago de cerveza. 

—Si, eres escritora. Bien, acepto ayudarte.

Clarissa lo miró levantando una ceja. 

—Soy yo quien escoge, ¿lo olvidaste? —le dijo ella y él se encogió de hombros. 

—¿Hay alguien mejor que yo? 

Clarissa volteó unas páginas de su libreta. 

—Hay un boxeador —le comentó —es muy sexy y tiene una carrera por delante, disciplinado y centrado. En cambio, de ti solo sé que te llamas Emanuel.

Él estiró la mano y agarró la de Clarissa que sintió que se le aceleró el corazón. 

Tenía razón, era muy cálida. 

—Si me escoges a mí, seré el mejor novio y padrastro de mentiras que puedas contratar, si quieres, esta noche te envío toda mi hoja de vida, pero sé que me escogerás, incluso por encima del boxeador. 

—Tienes mucha confianza —le dijo ella.

El calor que sentía en la mano se comenzó a expandir por todo su brazo y él le mostró una encantadora sonrisa. 

—Tengo fe —le dijo —siempre tengo fe. 

Estuvieron al menos una hora más en la que Emilio trató de evadir las miles de preguntas que le soltaba la muchacha y cuando se fue pudo respirar un poco en paz. 

Clarissa era una mujer extrovertida y apasionada, y eso le preocupó un poco, también era muy curiosa y eso no se lo podía permitir.

Tenía que proteger su mentira y a Emanuel, la identidad falsa que había creado.

Así que tomó su celular y llamó a la única persona que le quedaba en el mundo. 

—Luis, amigo. ¿Cómo va todo? —le preguntó y al otro lado de la línea Luis se hizo esperar. 

—Mal —le comentó —han descubierto más de los desfalcos que hizo tu hermano y te han culpado de nuevo. A demás tu hermano me tiene los ojos bien puestos, sabe que éramos amigos y de seguro cree que te puedo estar ayudando.

Emilio se agarró el puente de la nariz, le molestaba en sobre manera toda la situación y la rabia que sentía a veces se convertía en una cólera que lo enfermaba. 

Lo había perdido todo. 

—Prométeme que te vas de la cuidad, si mi hermano fue capaz de matar a papá, imaginate lo que te hará si te descubre.

Luis negó con la voz. 

—No lo hará, le prometí que testificaría en tu contra si llegaba el momento y parece que me creyó, creo que estoy a salvo. Dime, ¿ya encontraste donde esconderte? 

Emilio ladeó la cabeza. 

Ayudar a Clarissa sería complicado, él nunca imaginó que existía un pleito legal cuando decidió llamarla.

Pero esperó que todo lograra solucionarse antes de que llegara el caso contra la custodia del niño, así podrían reconocerlo y su nombre ya estaría limpio.

Si no lograba hacerlo entonces tendría que irse. 

Eliminó de su cabeza el pensamiento de tener que dejar a Clarissa enredada en ese problema y abandonarla, pero no podía hacer más. 

—Hablando de eso, necesito que me inventes una buena vida —Luis se rio al otro lado de la línea —una vida para Emanuel Aldenar.

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