Leonard
Me desperté de un salto. La tenue luz del amanecer apenas se filtraba por las cortinas de apartamento. A mi lado, Diana aún dormía profundamente. Su respiración era tranquila, su rostro sereno, pero no sentí la necesidad de despedirme. Me levanté con cautela, procurando no hacer ruido, y fui directo al baño. Solo me lavé el rostro con agua fría. Necesitaba despejarme. No tenía tiempo para sentimentalismos ni conversaciones vacías.
Mi mente estaba enfocada en un solo objetivo: hacer crecer mi empresa, multiplicar mis ingresos y, sobre todo, cobrar la herencia que por derecho me corresponde. Estoy siguiendo cada paso al pie de la letra, sin desviarme. No hay espacio para distracciones ni para revivir recuerdos que no deseo enfrentar.
Al salir fuera del edificio, encontré a mi chofer dormido dentro del coche. Toqué la ventanilla con firmeza. Se sobresaltó al instante.
—Señor… disculpe, no me di cuenta de la hora —murmuró, frotándose los ojos.
—Tranquilo —dije con tono neutral—.