AnalisseEstaba dispuesta a hacerlo, aunque me aterraba. Me daba miedo, un miedo que se enredaba en el estómago y me subía por la garganta como un nudo de incertidumbre. No sabía realmente quién era ese hombre… no el que se presentó con ese contrato, sino el otro, con quien tendría que acostarme. Porque sí, había un contrato, un sello, una firma… todo legal, supuestamente. El tipo que me lo hizo firmar me aseguró que, si algo salía mal, yo misma podía tomar medidas. Que estaba protegida. Pero, ¿qué protección hay realmente cuando estás vendiendo tu cuerpo y posiblemente tu alma?Había hecho una llamada unos días antes, queriendo asegurarme de que todo esto no era una trampa, una mentira disfrazada de oportunidad. Y sí, el hombre existía. Era parte de una familia poderosa, reconocida… intocable. El tal Vicenzo Rodríguez si venia de una gran familia. Pero él no era el que me preocupaba. No era con él con quien tendría que compartir una cama esta noche.Me miré en el espejo, con el rostr
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