Analisse El dolor era tan intenso que por momentos sentía que iba a desmayarme. La doctora me miró con atención mientras preparaba una inyección. Yo solo rezaba en silencio para que no fuera nada grave.—¿Cuántos meses de embarazo tienes? —me preguntó mientras me desinfectaba el brazo.—Cuatro meses —respondí apenas en un hilo de voz.—Necesito que te recuestes ahora mismo. Voy a revisar tu cuello uterino —me indicó con firmeza.Obedecí sin decir palabra alguna y acostándome lentamente en la camilla. Mi madre, preocupada, se acercó un paso.—Señora, ¿puede salir un momento, por favor?—¡Pero quiero saber cómo está mi hija! —vociferó mi madre, incapaz de disimular su angustia.—Le avisaré en cuanto termine de revisarla —contestó la doctora con cortesía pero firmeza.Apenas mamá salió, la doctora procedió sin demora.—Esto dolerá un poco —advirtió mientras tomaba el ecógrafo vaginal.Y sí, dolió. Sentí un ardor profundo mientras introducía el aparato. Tuve que respirar hondo, como me
LeonardLa rabia me estaba consumiendo. ¿Cómo era posible que esta mujer no se estuviera cuidando? ¿Qué pretendía exactamente? ¿Es que acaso pensaba abortar? No tiene ni idea de lo que firmó. Si rompe el contrato, tendrá que pagarme cada centavo estipulado: los 3,000 millones, la casa, los gastos médicos, todo lo que he invertido en ella. No creo que sea tan estúpida como para intentar algo así, pero aún así… últimamente ha estado rara, distante, apagada. Me molesta su actitud. Me molesta su forma de caminar. Me molesta su mirada ausente. Me molesta… todo.Y ahora tengo que tenerla, en mi mansión, todos los días. Es lo peor de todo esto. Tener tan cerca a una mujer por la que no siento nada. Ni gusto, ni deseo, ni sentimientos. Nada. Mi plan era verla solo al final del embarazo, cuando estuviera a punto de parir. Y ahora la tengo sentada a mi lado en el auto. La miro de reojo y su mente claramente está en otro lugar. Se ve más delgada que antes. A pesar de ser hermosa, su cuerpo ha pe
AnalisseObservaba la gran habitación con una mezcla de nostalgia y aburrimiento. Ya había almorzado… una sopa que se veía deliciosa, digna de una fotografía de revista, pero la comida ni siquiera me pasaba por la garganta. Solo tragué las pastillas en silencio, sin hambre ni ganas de nada, y me quedé mirando el jardín enorme que se extendía más allá del ventanal.Había dos perros jugando entre los arbustos, felices, libres. Un hombre los vigilaba desde cerca, el encargado de cuidarlos, supongo. Vaya, hasta ellos tienen niñeras. Aún me costaba procesar lo que había vivido la noche anterior. Este lugar era tan inmenso, tan lujoso, tan… impresionante. Claro, a él el dinero le brota hasta por los poros. Y sin embargo, con todo eso, es un ingrato. Un déspota sin pizca de humildad.Me trajo aquí porque piensa que quiero hacerle daño a su hijo. ¿Cómo puede imaginar algo así? ¿De dónde sacaría yo el dinero o el valor para cometer semejante locura? No tenía opción. Era esto o seguir soportand
Leonard Escuchaba a mi madre con la misma atención que se le presta a un zumbido molesto. Su voz reverberaba en el salón con esa autoridad fingida que tanto detesto. Decía que para heredar la fortuna de mi padre y abuelos debía cumplir dos requisitos: tener un heredero y conseguir una esposa. Absurdo. Una farsa patética digna de una telenovela barata.Me puse de pie, ajusté mi saco Armani con elegancia medida y miré a cada uno de los presentes con frialdad: a mi madre, a sus inútiles hermanos, y al estúpido nuevo esposo que se atrevía a ocupar el lugar de mi padre.—¿Y por qué demonios me estás dando hasta ahora el dictamen del testamento? —repliqué, mordaz, sin molestia de disimular mi desdén.Mi madre, tan arrogante como siempre, se acercó y dejó los papeles sobre mi escritorio sin parpadear.—Cumples con lo estipulado… o ya sabes qué hacer, querido hijo. Tu hermano se hará cargo si decides no cumplir. Lamento informarte que no pienso dejar lo que es mío en manos de nadie más. Tu p
Análisse No pensé que la actitud de ese hombre, tan frío y déspota, me haría sentir tan miserable. ¿Cómo es posible que alguien pueda tener tanto poder sobre los demás solo por tener dinero? Pero no tengo opción. No ahora. No con mamá enferma. Necesito aguantar. Tengo que seguir, aunque me cueste el alma. Llevo apenas una semana trabajando ahí, y ya siento que me estoy rompiendo por dentro.Tomo pastillas todos los días por la alergia. No es el perfume lo que me afecta, sino los químicos de los productos que usan en esa maldita empresa. Mi piel se enrojece, mi respiración se agita… pero ¿qué otra opción tengo? ¿Renunciar y buscar trabajo en algún bar o meterme en cualquier otro lugar que ni siquiera tenga seguridad? No. No mientras mamá me necesite.Mamá… verla así, tan débil, me parte el corazón. El médico todavía le está haciendo estudios, pero al ser un hospital público, los exámenes tardan semanas, incluso meses. Últimamente se ha quejado de dolores en el pecho, de mareos. Tengo
Leonard Observo cada uno de los documentos frente a mí mientras firmo la entrega de varias cajas de perfume de la marca Paco Rabanne, junto con algunos frascos pequeños para pruebas. Lee todo lo escrito y firmo, una vez termino, recuesto la cabeza en el respaldo de mi silla giratoria, cerrando brevemente los ojos. Sigo dándole vueltas al mismo maldito asunto. ¿Cómo demonios voy a conseguir un hijo, un heredero digno de mi apellido? Casarme no es opción. Ya lo hice una vez, y juro por todo lo que poseo que jamás volverá a suceder. El matrimonio es una cadena... y yo nací para mandar, no para encadenarme a nadie.Me incorporo lentamente y camino hasta el gran ventanal de mi oficina. Desde aquí, tengo una vista privilegiada de la ciudad, esa jungla de concreto que se rinde a mis pies. Miro la hora: las 3:07 de la tarde. Pronto saldré. Pero, aún ahora, no puedo dejar de pensar en esa mujercita que provocó el caos de esta mañana. Por su culpa, tendré que cubrir un mes de trabajo extra p
Analisse Mientras caminaba rumbo a la empresa, tras bajar del metro, decidí detenerme en un pequeño cafetín a comprarme unos panecillos dulces y un café. Me sentía desanimada, vacía… ni siquiera sabía qué hacer ahora. Mamá había recibido las noticias y, aunque sonrió con ternura y acarició mi cabeza antes de entrar a su habitación, yo sabía que se encerró a llorar, a liberar ese dolor que la carcomía por dentro. Pobrecita.Tengo que hacer todo lo posible para que al menos pueda acceder a un tratamiento. Le propuse ir al hospital, pero ella solo me respondió con dulzura:—No te preocupes, hija. Ve al trabajo, yo veré qué hacemos después.No puedo perder más tiempo, pero tampoco puedo darme el lujo de dejar este trabajo. Lo necesito. Si lo dejo, no podré pagar las quimioterapias ni los tratamientos… Por lo menos quiero esperar a que llegue la quincena para sacar adelante ese tratamiento. Esta tarde la acompañaré a un hospital privado, uno donde el doctor Julio me asignó una cita. Tal v
LeonardCuando la chica salió de mi despacho, me quedé pensativo. Algo no encajaba. Aparentemente, alguien quiere molestarla… y eso no está bien. No tolero el desorden ni las injusticias, pero tampoco los errores encubiertos. Tendré que poner orden en este lugar. Aunque... también cabe la posibilidad de que ella se haya equivocado y ahora quiera lavarse las manos. No tengo idea de qué está pasando, pero no me quedaré de brazos cruzados.Me levanté del asiento y me dirigí al salón donde se llevaría a cabo la reunión. Allí estarían los ejecutivos de ventas y los socios. El producto estaría a mano y, apenas entraran, percibirían el aroma. Mi asistente personal caminaba detrás de mí, atenta a cada detalle, como siempre. Observé los uniformes del personal: limpios, bien puestos, sin una arruga. Todo estaba impecable, como a mí me gusta.Al entrar, vi a hombres y mujeres en formación, preparados para la presentación. Todos me saludaron con respeto y yo respondí con un gesto de la mano. Tomé