La noche después de encontrarme con la misteriosa rubia en el parque fue prácticamente insomne. Cada sombra que se movía, cada crujido en la madera, se transformaba en la silueta de "Selene" acechando. La calma profesional que tanto me había costado construir se había desmoronado, dejando al descubierto el pánico crudo que sentía ante la inminente exposición.
Mi existencia como Arabella estaba en riesgo, y el miedo a ser marcada como una estafadora me superaba.
A la mañana siguiente, el cambio en la atmósfera de la mansión era inconfundible. La tranquilidad habitual había sido reemplazada por una actividad discreta, pero intensa. Marcello no había dicho una palabra, pero sus acciones hablaban por sí solas. La casa se había transformado en una fortaleza de vigilancia.
Al bajar a desayunar, noté de inmediato caras nuevas. Había dos hombres de traje oscuro, con auriculares casi invisibles, parados estratégicamente cerca de las entradas. Sus movimientos eran fluidos y silenciosos; apenas p