—¡ESTÁS COMPLETAMENTE LOCO! —no me aguanto las ganas de chillar al ver la casa de Marcello. El Jeep de Joel había atravesado unas puertas de seguridad impresionantes para llegar a un puerto cochere que parecía sacado de una película. La mansión es gigantesca, de un diseño moderno y minimalista, con paredes de cristal y jardines infinitos—. ¿PARA QUÉ TIENES UNA MANSIÓN ASÍ DE GRANDE SI SOLO SON TRES PERSONAS? ¡ACÁ PODRÍAN CABER DIEZ FAMILIAS!
—No puedes llegar gritando de esa forma —me regaña, con un tono bajo y peligroso—. Con suerte no están ni mis hijos, ni mis empleados. Y por cierto, mi casa es mi negocio.
—¿Tus empleados sabrán que no soy la madre real de…? —me callo de golpe. Me llevo la mano a la frente. Río nerviosa al ver que Greco me mira con los ojos entrecerrados, recriminador.
—¿Vas a ser la supuesta madre de mis hijos y no sabes cómo se llaman?
—Sí sé, solo dame unos segundos para recordar —muerdo el interior de mi mejilla y cierro los ojos intentando concentrarme. Vamos