MILA
Lo abrazo con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. Maximiliano me besa y yo respondo con pasión, dejando que el mundo a nuestro alrededor se desvanezca. En este momento, nada más importa que la conexión entre nosotros. Su boca se une a la mía en un beso profundo y tierno, y yo me siento transportada a un lugar donde solo existimos nosotros dos.
El tiempo se detiene y todo lo que nos rodea se vuelve irrelevante. Olvido la tensión, el peligro y la incertidumbre. Solo estoy yo, Maximiliano y este beso que nos une. Siento su amor y su pasión, y respondo con la mía propia. El abrazo se vuelve más fuerte, como si quisiéramos fusionarnos en un solo ser.
En este instante, todo lo demás desaparece y solo quedamos nosotros, perdidos en el calor de nuestro amor.
Maximiliano me toma de la cintura y me mira con preocupación en sus ojos.
—¿Estás bien? —me pregunta con suavidad—. ¿Qué te hizo esa loca de Alaska?
Me toma un momento responder, procesando la intensidad de sus pal