MILA
—Maximiliano, cálmate, por favor —digo, poniendo una mano en su brazo—. Sé que esto no es lo que querías escuchar, pero es la realidad. Natalia y yo creemos que es lo mejor para nuestras familias y para nuestra nieta. Una alianza con los italianos podría ser beneficiosa para todos.
Maximiliano se aparta de mí, su rostro enrojecido de ira.
—¿Beneficiosa? —gruñe—. ¿Qué beneficio hay en casar a nuestra hija con el hijo de ese italiano? ¡Eso es un movimiento político, Mila! ¡Un juego de poder! No podemos permitir que nuestra familia sea utilizada como moneda de cambio.
—Maximiliano, escúchame —digo, tratando de mantener la calma—. Sabes cómo funciona esto. Las alianzas y los matrimonios son parte del juego. Y en este caso, creo que es una buena oportunidad para fortalecer nuestra posición. Los italianos son poderosos y una alianza con ellos podría ser muy beneficiosa para nosotros.
Maximiliano me mira con desconfianza.
—¿Y qué hay de nuestra hija? —pregunta, su voz baja y amenazante—