La frase cayó como una piedra en medio del silencio.Antes de que Somali pudiera responder, él ya se había apartado y había seguido su camino. Tranquilo. Sin prisa. Como si la conversación nunca hubiera ocurrido.Esa noche, Somali no pudo dormir. Ella había buscado grietas, pero ahora no estaba segura de si Ronan tenía alguna… o si había estado cavando las suyas propias con cada visita, con cada mirada, con cada pregunta mal disimulada.Y lo peor era que… empezaba a sospechar que Ronan lo sabía desde el principio.*****Desde la primera vez, no había vuelto a ocurrir.La loba se había manifestado. Había rasgado su piel con violencia, con fuerza primitiva, con ese dolor que no se olvida ni con el paso de las lunas. Pero después de aquella noche, después de aquella única transformación, el cuerpo de Somali había vuelto al silencio. A ese estado intermedio donde sentía la loba respirando bajo su piel, pero sin poder invocarla a voluntad. No importaba cuánto lo intentara: la transformació
Saphira no retrocedió más. Aun cuando el suelo bajo sus pies tembló con la manifestación repentina de la loba, se mantuvo firme, con la mirada incrustada en el cuerpo que ya no era humano.Había visto transformaciones antes. Muchas. Había guiado iniciaciones, sanado cuerpos rasgados por la primera mutación, susurrado oraciones a los espíritus mientras los huesos se rompían para acomodar la forma animal. Esto sucedía en el caso de que los licántropos no pudieran tomar su forma de lobos por sí solos al no lograr tener una conexión con su lobo interno desde pequeños, pero no era algo muy usual.Pero esto…Esto no era una transformación. Era un parto salvaje. Una expulsión sin consentimiento.Somali no había llamado a la loba. La loba se había abierto paso a zarpazos.Saphira apretó los labios, midiendo su respiración. Observó el lomo tembloroso de la criatura, y su pelaje espeso y erizado como si cada pelo fuera una lanza. El pecho subía y bajaba rápido, furioso. Los ojos —no los de Soma
Se acercó más, siempre con movimientos lentos, respetuosos, y sus ojos brillaban con un suave resplandor dorado mientras miraba a Somali. A pesar de la furia que la envolvía, a pesar de la locura en su mirada, Dorian estaba allí, completamente inmóvil, esperando que la loba lo reconociera.—Somali... —la llamó por enlace mental.Avanzó hacia Somali con una lentitud calculada, cada paso era medido para no provocarla. Sabía que cualquier error podía costarle caro. Una sola herida infligida por ella sería grave; su cuerpo tardaría en sanar, y más que eso, sabía que Somali, en su estado, era la única criatura que realmente podía matarlo. No había margen para la arrogancia. Solo para la paciencia.Somali, en su forma de loba, mantenía el cuerpo rígido, los colmillos expuestos, y las garras clavando la tierra. Toda ella vibraba con la necesidad de atacar. Sin embargo, mientras Dorian se acercaba, ella no se lanzó.Había algo en él que la retenía.Somali, atrapada en su inconsciencia salvaje
Finalmente, Dorian se apartó con cuidado, transformándose de nuevo en humano en un movimiento ágil. Se agachó junto a Somali, cubriéndola con su camisa, protegiéndola con cuidado, y luego alzó la vista hacia Saphira.Sus ojos, todavía oscuros por la angustia y en alerta, buscaron respuestas.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó.Saphira, que hasta entonces había observado todo en silencio, cruzó los brazos y suspiró con evidente preocupación.—Estábamos caminando —comenzó, eligiendo bien sus palabras—. Yo estaba dándole instrucciones, hablándole sobre su loba interior… trataba de explicarle cómo escucharla, cómo controlar la conexión. Somali parecía distraída, como si no me estuviera prestando atención del todo.Dorian frunció el ceño, instándola a continuar.—De repente —dijo Saphira, agitando una mano hacia el lugar donde todo había ocurrido—, simplemente... se transformó. Sin previo aviso. Parecía como si se hubiese dejado arrastrar por sus pensamientos. No fue una transformación consc
Ella bajó la mirada, luchando con su propia confusión. No recordaba el momento exacto de la transformación, pero sí recordaba el peso de sus propios pensamientos y el nudo en su pecho mientras caminaba detrás de Saphira, las imágenes que no podía borrar de su mente.Apretó las mantas entre sus dedos, como si necesitara aferrarse a algo real para no hundirse en la marea de emociones.—Estaba... sobrepensando —susurró, para luego incorporarse—. Caminaba detrás de Saphira y... recordaba todo lo que Nolan me había hecho.Dorian extendió una mano, posándola con cuidado sobre la suya, sin presionar, solo acompañándola. No dijo nada. No apresuró su dolor. Solo estuvo ahí, dándole el espacio que ella necesitaba para respirar, para juntar los pedazos de sí misma.Porque, al fin y al cabo, sanar no era algo que se exigiera. Se construía, un latido a la vez.Dorian apretó suavemente la mano de Somali, mirándola con una paciencia infinita, con esa calidez que solo él parecía ser capaz de transmit
Al día siguiente, cuando el sol empezaba a teñir las cortinas de la habitación con un tenue resplandor anaranjado, Dorian llevó a Somali hasta una pequeña estancia dentro de la casa. Era un lugar sencillo, pero acogedor, con alfombras de fibras naturales extendidas sobre el suelo y algunas velas encendidas en los rincones, dejando escapar un aroma suave a hierbas calmantes. Todo había sido preparado con intención: un espacio de calma y recogimiento, lejos del bullicio del mundo exterior y de las sombras que acechaban el corazón de Somali.Saphira ya estaba allí, aunque estaba sentada y con los párpados cerrados, como navegando profundamente en su interior. Luego, Dorian tomó asiento, de piernas cruzadas sobre la alfombra, y le indicó a Somali que hiciera lo mismo frente a él. Ella lo miró con cierta duda, torciendo los labios, como si no estuviera segura de poder lograr algo tan simple como relajarse.—No tienes que forzarlo —articuló el Alfa en voz baja—. No se trata de vaciar tu men
La loba alzó las orejas, atenta, como si cada palabra de Somali fuera más valiosa que cualquier mandato.Somali dio un paso hacia adelante. Y luego otro. Sus pies desnudos apenas tocaban la superficie del agua, que se ondulaba suavemente bajo ella sin mojarla.—Gracias —dijo, apretando las manos contra su pecho—. Gracias por protegerme cuando yo misma no sabía cómo hacerlo. Perdóname... por no haberte escuchado antes. Por tenerte miedo. Por haberte hecho callar cuando intentabas hablarme, por haberte apagado y mantenido aquí.Zelda ladeó ligeramente la cabeza, y un brillo cálido cruzó sus ojos. No era el juicio lo que Somali encontró en su mirada. Era algo más profundo: comprensión. Lealtad. Una promesa silenciosa de que nunca la abandonaría.Somali se arrodilló frente a ella, al borde del agua, sintiendo cómo su corazón se abría, como una flor cansada de cerrarse.—Quiero caminar contigo —manifestó—. No delante, no detrás. Contigo.Durante un segundo que pareció eterno, Zelda permane
Las noches en el territorio Varhallow eran tranquilas en apariencia, pero Somali sabía que bajo esa calma se escondían secretos.Y Ronan era uno de esos secretos.Desde hacía semanas, ella había comenzado a acercarse a él de nuevo, dejando caer comentarios casuales cuando sus caminos se cruzaban, intercambiando miradas que no decían nada y lo decían todo. Se mostraba relajada, casi indiferente, como si simplemente se cruzaran por accidente. Pero bajo esa máscara, su mente trabajaba incansablemente, observándolo, registrando cada uno de sus movimientos.Dorian le había dicho que se olvidara de Ronan por un tiempo, ya que la estaba afectando mucho. Sin embargo, Somali no podía hacer a un lado todas las sospechas que tenía sobre él. Quería averigüar la verdad cuando antes, saber de una vez por todas si Ronan tenía o no una conexión con Nolan. Por esa razón, ella fingió que ya no pensaba tanto en el tema, solo para que Dorian se mantuviera tranquilo con respecto a eso. Sin embargo, Somal