El restaurante Azafrán brillaba con una elegancia discreta. Mariana observó el lugar mientras esperaba, con sus paredes color crema y las lámparas de cristal que proyectaban una luz cálida sobre los manteles blancos. Había elegido este sitio porque era neutral, lejos de los lugares que frecuentaba con Alejandro.
Cuando Camila apareció en la entrada, varios comensales giraron sus cabezas. Llevaba un vestido negro que se ajustaba a su figura como una segunda piel y su cabello castaño caía en ondas perfectas sobre sus hombros. Caminó entre las mesas con la seguridad de quien sabe que está siendo observada.
—Puntual —dijo Camila al sentarse frente a Mariana—. Una cualidad que Alejandro siempre ha valorado.
Mariana mantuvo la compostura, aunque sentía un nudo en el estómago.
—Gracias por aceptar mi invitación.
—¿Cómo podría negarme? La actual esposa de mi ex prometido quiere hablar conmigo. Es demasiado intrigante para dejarlo pasar.
Un camarero se acercó y Camila pidió un martini seco sin