El salón del Hotel Imperial resplandecía bajo las luces de las arañas de cristal. La crema y nata de la sociedad empresarial se había dado cita para la gala anual de la Cámara de Comercio, un evento donde las apariencias lo eran todo y las sonrisas ocultaban más de lo que revelaban.
Mariana ajustó el escote de su vestido color esmeralda, un diseño que Alejandro había insistido en comprarle para la ocasión. "Es importante que te vean como lo que eres ahora: mi esposa", le había dicho mientras el dependiente de la exclusiva boutique los atendía. La tela se deslizaba como agua sobre su piel, haciéndola sentir poderosa y vulnerable a la vez.
—Estás hermosa —susurró Alejandro en su oído mientras saludaban a otro grupo de empresarios. Su mano descansaba en la parte baja de su espalda, un gesto posesivo que ya se había vuelto natural entre ellos.
—Gracias —respondió ella, sonriendo con naturalidad. Después de tres meses de matrimonio, habían perfeccionado el arte de parecer la pareja perfect