Grecia, sin poder hablar, sintió un nudo en la garganta. Esto era lo que el señor Gustavo le había advertido. Tomó una de las fotos y la examinó. Eran perfectas, mostraban a los chicos en una fiesta, todos con vasos y cigarrillos, algunos usando sustancias ilegales, en todas las fotos aparecía Eduardo.
Cerró los ojos y asintió. “Haré lo que pueda”. Murmuró.
Por la noche, Luis la buscó. Grecia agotada, lo miró con tristeza. Luis se acercó junto con Doris. “¿Estás bien?”. Preguntó su amiga.
Grecia miró a Luis cambiando de tema. “¿Cuándo es tu vuelo?”.
“Mañana por la mañana”. Respondió él.
Ella fue tajante. “Tienes que irte”.
Luis se negó. “Debo hablar con Emanuel. Tengo que explicarle”.
“No puedes... Si lo haces, mi hermano sufrirá”. Lo interrumpió. Sus lágrimas empezaban a deslizarse por su rostro.
Doris y Luis la miraron confundidos. “¿Qué?”. Preguntaron al unísono.
Grecia les explicó con dolor la amenaza del señor Gustavo y lo que podría ocurrirle a Eduardo y a Luis si no se alejaba