ALONSO:
Mis sobrinos y yo nos miramos entre nosotros. A ninguno se nos olvidaba cómo a la abuela Genna le gustaba hacer reuniones con las niñas pequeñas de la familia que mamá se encargaba de reunir en su casa. ¿Mamá? ¿Estaría ella también en todo esto? Sacudí la cabeza con temor ante mi pensamiento.
Todos guardamos silencio, con la misma incertidumbre. Saqué mi teléfono y marqué el número de mi hermano Luigi. Contestó al primer timbre, como si estuviera esperando nuestra llamada. Le planteé la pregunta sin rodeos, sabiendo que él tenía los registros sanguíneos de toda la familia. —Luigi, ¿por casualidad alguna de las mujeres de nuestra familia tiene el grupo de sangre de mi esposa? —Había dejado el teléfono en alta voz para que la respuesta llegara al mismo tiempo a todos. &md