ALONSO:
Ella abrió los ojos lentamente, parpadeando para observarme. Una sonrisa débil se dibujó en su rostro al verme.
—Buenos días —murmuró, su voz aún débil llena de ternura.—Buenos días, mi amor. ¿Cómo te sientes? —pregunté, ayudándola a incorporarse.—Un poco mejor, creo —respondió, apoyándose en mí. La llevé al baño para que pudiera asearse con mi ayuda y luego la acompañé hasta la mesa donde Dante había dispuesto un desayuno sencillo pero nutritivo. Mientras comíamos, le conté a Celia sobre el plan de contactar al amigo de Nectáreo. Ella estaba feliz de saber que su hermano estaba bien y que podían ayudarla. Asintió, agradecida por cualquier ayuda que pudiera llegar. Sin embargo, me miró un poco desconcertada cuando