CAPÍTULO 81. Hombre tierno.
Narrador.
Después de haber firmado dicho poder al abogado, Irina sintió que su día había sido extremadamente largo. Cuando llegó a la casa con Orlando y vio que aún le faltaba subir la escalera para llegar a la habitación, expulsó todo el aire por la boca, creando un sonido como el que hacía su yegua Mariposa, y sintió tristeza al pensar que ya no la podría tener.
—Podrías bajar la habitación... siento que está lejos —dijo, y Orlando la cargó de sorpresa, olvidando su condición.
—Vas a provocar que me dé algo, ya te digo, eres un bruto —lo regañaba Irina, y Fernando sonrió ampliamente desde el salón, mientras Noemí negaba incómoda.
—Mujer, sonríe. Alégrate por tu hijo, está enamorado genuinamente. Acepta su felicidad —le pidió Fernando a Noemí, pero ella, en respuesta, soltó un bufido.
—Cuando te quedes sola será peor —añadió él.
Ella se irguió en su asiento y, como los gatos cuando quieren pelear, los pelos se le pusieron de punta.
—Dices eso porque piensas dejarme. ¡Ya sabía yo que