CAPÍTULO 44. El robo perfecto.
—No sé, simplemente se fue y he tratado de contactarlo, pero no encontraba cómo hacerlo —Lucrecia no podía creer que Cristina la había salvado; estaba ahí porque creyó que sería culpada por ella y le ahorraría tiempo a Miguel en ir por ella, cuando igual no podrá librarse del castigo—. Pero de poco sirvió que ella quisiera protegerla, porque Miguel claramente sabía que Lucrecia era la única que podía ayudarla.
Con mirada amenazante, se acercó a Lucrecia y la tomó por el brazo, apretando con toda su fuerza.
—Te lo preguntaré una sola vez, ¿dónde está mi esposa?
—No lo sé, patrón, lo digo en serio —por más que quiso no sonar nerviosa, su voz temblaba.
—Se te da muy mal mentir —quiso golpearla, pero antes de que lograra hacerlo, un peón lo interrumpió.
—Señor, el ganado ha sido robado.
La soltó de golpe, sintiéndose paralizado, sin poder creer lo que acababa de escuchar, pues le parecía imposible que su ganado fuera robado en una noche y con tanta simpleza. Sonrió, pensando que era una b