CAPÍTULO 26. ENAMORADOS.
Narrador
Cada vez que tragaba, sentía que miles de agujas bajaban por su garganta. Eso sentía Lucrecia mientras trataba de procesar rápido una excusa convincente para el esposo de su hija, quien se aclaró la garganta esperando una respuesta, haciéndola sentir más nerviosa.
—Emmm… señor, no quería decirle por qué sé que este vestido fue un regalo suyo, pero mi niña lo destrozó con una tijera, y lo que no pudo cortar lo hizo trizas con las manos. Por favor, mi patrón, no la culpe, que eso lo hace por dolor —dijo, calmando el temblor de su voz para que él no percibiera que estaba nerviosa.
Luego de esa explicación, Miguel reflexionó que, conociendo lo intensa que suele ser Irina cuando se molesta, lo mejor era irse si no quería terminar discutiendo. Y la verdad era que se controlaba para no darle una bofetada que la dejara ver que él es quien manda, pero luego pensó que no le conviene que ella sepa que él es ese tipo de hombre porque se pondría furiosa. De modo que decidió irse sin indag