Capítulo 61. Nunca antes.
Maximiliano Delacroix
Con esa decisión tomada, dejé de contar sus respiraciones y me dejé llevar solo por la música silenciosa de su cuerpo junto al mío. Ella dormía como si el mundo fuera un lugar seguro. No lo era. Pero aquí, conmigo, lo parecía. Y esa mentira dulce era suficiente para mantenerla tranquila.
Me incliné hacia ella, incapaz de resistir la tentación de besarle la frente. Era un gesto absurdo, impropio de mí, pero lo hice igual. Sentí la tibieza de su piel bajo mis labios, y un escalofrío extraño me recorrió. No era el tipo de contacto al que estaba acostumbrado. No era posesión, no era dominio. Era ternura. Y me desarmó.
Ella se removió, sus pestañas temblaron, y lentamente sus ojos se abrieron. Me encontró observándola, como un ladrón cazado en plena fechoría.
—¿Qué haces? —murmuró, la voz aún adormilada.
Sonreí, lento, ladeando apenas los labios.
—Vigilando lo que es mío.
Rodó los ojos, pero no hubo rabia en su gesto. Más bien, un rubor que tiñó sus mejillas, como si