Capítulo 241. El límite del leal.
Maximiliano Delacroix
—Adrián, necesito que te lleves a Alejandro a Argentum y te lleves a Pandora. Yo necesito arreglar cuentas con alguien.
—¿Qué vas a hacer? —me preguntó preocupado.
—Poner las cosas en su lugar y arrancar este problema de raíz. No te preocupes. Estaré bien.
Él asintió. Entre los dos subimos a Alejandro a la parte trasera de la camioneta que estaba allí.
—Cuando llegues a Argentum, avisa a las autoridades para que vengan a recoger a estos —dije señalando a los otros dos hombres.
—Así lo haré.
Los dos subimos cada uno al respectivo coche, pero con rutas diferentes, él hacia Argentum, y yo a enfrentar a un examigo convertido en enemigo.
Conduje en silencio, sin poner música, sin nada. Solo sumido en mis pensamientos.
El brazo herido palpitaba, la sangre seca me endurecía la camisa. Podría haber ido a un hospital. Podría haberme vendado bien. Podría haber esperado refuerzos.
Pero no lo hice.
Porque sabía que si no iba ahora, el general Augusto Montenegro sabría que lo