Capítulo 19. Una firma que lo cambia todo
Maximiliano Delacroix
Salí de la oficina con el mismo paso firme con el que siempre he abandonado una sala de reuniones después de cerrar un trato millonario. Pero esta vez, la sensación no era de victoria. Era de urgencia. En mi bolsillo llevaba la autorización firmada por Amy. En mi mente, la imagen de sus ojos llenos de lágrimas al firmar el documento.
Firmó porque no tenía alternativa, no porque confiara en mí. Y esa diferencia no sabía porque me molestaba.
No podía perder tiempo. Ella estaba en la sala de interrogatorios enfrentando a sus fantasmas, y su hija… su hija estaba en Servicios Sociales. Sola.
El chofer abrió la puerta de la limusina en cuanto me vio salir. Asentí, subí y ordené de inmediato.
—En la oficina de Servicios Sociales.
El motor rugió y la ciudad comenzó a desfilar por la ventana. Normalmente, en este punto yo sacaría mi portátil o respondería correos, pero esa mañana mis manos no buscaban tecnología ni contratos. Estaban apretadas en puños sobre mis rodillas.