Capítulo 155. El amor verdadero no se olvida.
Adrián Soler
Cuando las luces se apagaron, por primera vez en años, sentí miedo.
No el miedo del escenario, ni el miedo al fracaso… sino ese miedo profundo que te da cuando sabes que estás a punto de enfrentarte a lo que fuiste y a todo lo que dejaste atrás.
El telón comenzó a levantarse, y el murmullo del público se transformó en un silencio expectante.
Podía oír el zumbido leve de los focos, el roce de las butacas, los suspiros de la gente.
Y entonces la vi.
Amy.
Apareció en el centro del escenario, con la guitarra colgada y una luz dorada que parecía seguirla como si el universo entero quisiera iluminarle el camino.
Su cabello caía suelto, su vestido blanco reflejaba las luces, y sus ojos… sus ojos eran los mismos, solo que ahora brillaban con una paz que yo nunca le di.
El corazón se me detuvo.
Durante un instante, el pasado y el presente se mezclaron.
Vi a la mujer que tenía frente a mí, fuerte, segura, desbordando vida.
Y al mismo tiempo, vi a la chica de la que me enamoré hace