Al llegar la noche, Margaret decidió reunirse con Ethan. Estaba decidida a alejarse de una vez por todas, pero…
—No esperaba que vinieras hacia mí —su rostro se iluminó.
—Quita esa sonrisa de tu rostro, no hay motivo para eso; si vine a verte fue para entregarte esto —puso el sobre en sus manos—. En él hay dos mil dólares, son mis ahorros; tómalos como un abono a la deuda que pagaste.
—No quiero tu dinero —sonrió—. Ya tengo lo suficiente —él se acercó a ella y la tumbó sobre el sofá del estudio; la besó, acarició su cabello y le susurró—: «La mejor forma de pago será que me consientas, así como en tu casa. Soy mejor opción que mi padre».
—¡Ya basta de juegos! Detente ahora, estamos a tiempo de no arruinar nuestras vidas.
—Lo que siento, no me detendré; desde hace mucho te he deseado. No me rechaces.
—¡Tan solo eres un niño!
—¡No lo soy! Ya soy mayor de edad y puedo tomar mis propias decisiones. No hay nada que nos pueda separar.
—Esto no es una cuestión de edad, sino de lo que es corr